The Guardian decidió navegar a contracorriente. Los muros de pago no son una opción para el diario británico. Alan Rusbridger, su director, impulsa una campaña opuesta, una por el “periodismo abierto”, tesis que también implica dar espacio a los lectores, permitir la contribución social de los contenidos
Que un usuario comente e interactúe no es novedad. La promocionada apertura tiene que ver con transformar al Guardian en un medio fundamental en el proceso de interacción de sus usuarios y que haga de esa participación parte de su labor diaria.
Mathew Ingram, de GigaOM, selecciona una cita de Rusbridger para ejemplificar cómo es el periodismo abierto en la practica: “La sección de viajes busca a mil personas que conozcan Berlín como la palma de su mano… la mesa de noticias internacionales quiere aprovechar tantas voces árabes como se posible para ayudar a reportar y explicar las revoluciones de la primavera”.
Las otras formas en las que la audiencia puede contribuir con la producción de contenidos son exploradas a través de la web creada por el diario para el proyecto de periodismo abierto.
Una de ellas es la Mesa de Redacción en Directo, un espacio que muestra las noticias que el periódico intenta cubrir cada día y que permite a los usuarios hacer sugerencias o dar ideas sobre los distintos temas.
Pero la apertura implica algo más. The Guardian decidió hace un par de años abrir también su plataforma para que desarrolladores externos puedan acceder a algunos datos que maneja la publicación en su archivo.
El periodismo abierto es la única forma de avanzar, esa es la consigna del Guardian, un diario que prefiere navegar las inciertas aguas del futuro de los medios en compañía de su audiencia.