EL ECONOMISTA / EFE
El escritor José Jiménez Lozano ha afirmado hoy que un periodista puede derribar un gobierno con la lógica cartesiana, al reflexionar sobre determinadas perversiones del sistema educativo que a su juicio no favorecen ni el hábito lector ni tampoco la formación académica. Si un periodista escribe con la lógica de Descartes, «puede cargarse un gobierno perfectamente», ha afirmado Jiménez Lozano durante un desayuno informativo organizado en Valladolid por la Agencia EFE, en el que ha lamentado la ausencia de estrategias firmes para el fomento de la lectura en las escuelas.
«Si no lees, nunca vas a saber lo que eres. Es imprescindible para expresarse y su falta se nota dentro de los estudios pero, ya se sabe, todos los gobiernos y los ministros que han ido llegando han fastidiado en algo a la Educación», ha añadido antes de preguntarse: «¿por qué han quitado la lógica en el Bachillerato. Es muy importante para no dejarse engañar».
A punto de cumplir 82 años, el próximo 13 de mayo, Jiménez Lozano (Langa -Ávila-, 1930) considera que la lectura «es una necesidad» que en nada tiene que ver con los gustos ni con el nivel intelectual de las personas, sino como una forma de conducirse en la vida y de hacer esta «lo menos esquinada» posible.
En el caso de este narrador, distinguido con los premios literarios más importantes en lengua hispana, nunca ha presionado a sus tres hijos para que se adentraran en los libros, pero sí que les ha advertido de lo que se pierden si no lo hacen.
«Estamos haciendo vagos a los chicos. El menaje de mi escuela era de risa pero había libros fundamentales», ha sostenido el autor de relatos como El mudejarillo y Sara de Ur, a punto de publicar un libro de apuntes y reflexiones (Las oscilaciones del almendro), y que prepara para este otoño una novela corta ambientada en el siglo XIII sobre la Esther hebrea, la del Antiguo Testamento.
Ha censurado también el frecuente enfoque pueril de la actual literatura para niños: «no se puede bajar el entendimiento a decir bobadas; el escritor, a lo menos que puede aspirar, es a no insultar a sus lectores con tonterías -aunque bien dichas, no lo dudo, pero otra cosa es la retórica- o con darles migas como si fueran pajaritos».
En la misma línea de crítica contra el esquematismo y trivialidad imperante, Jiménez Lozano (Premio Cervantes 2002) ha denostado el «lenguaje de madera» en que se expresan los políticos con circunloquios y giros «que lo mismo sirven para decir una cosa que exactamente la contraria», y con el propósito de que la gente «no tenga un juicio inmediato de lo que dice el político de turno».
«Nos martillean la cabeza con tonterías -infraestructuras en vez de carreteras o vías, ha puesto como ejemplo-; tenemos que hablar el castellano», ha recomendado quien a la hora de escribir no duda en quemar textos que no le satisfacen después de su relectura al cabo de un tiempo de haberlos «dejado dormir».
La inspiración le llega en forma de rostros y de actuaciones a los que da forma a través de la escritura de las palabras «que llevan dentro», se trate de personajes (ficción) o de especulaciones (ensayo), y que deja dormir un tiempo al cabo del cual hace las correcciones gramaticales pertinentes, generalmente «lo contrario a lo que dicta la Academia, como hacía Baroja».
A los padres y a los profesores ha achacado el narrador abulense la escasa capacidad interpretativa de las nuevas generaciones cuando se acercan a un texto, sin que por ello sean «más listos o más tontos» que los de hace cuarenta años, como a su juicio demuestra su disposición a entusiasmarse o sorprenderse si algo les llama la atención.
Por último, respecto a las redes sociales (Tuit y similares), las ha comparado con «las charlas de las solanas de los pueblos o algo peor», y ha advertido de los peligros que entraña poner en manos de niños ese tipo de instrumentos de comunicación: «no se puede hacer creer a la gente un mundo que no existe».