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Sin democracia no hay periodismo

La democracia merece un periodismo fuerte y sano, y el periodismo ha de lograr una democracia sana y real.

MARÍA GÓMEZ / EL PERIÓDICO DE ARAGÓN

Muchos lectores al encontrarse con este titular pensarán que me he equivocado, que inadvertidamente he bailado las palabras. Pues no, ya sé que el eslogan que la profesión periodística ha de seguir repitiendo es: sin periodismo no hay democracia, especialmente porque es una gran verdad. Pero no es menos cierto que sin democracia no hay periodismo. Me acordaba al decir estas palabras del caso de la sentencia de pena de muerte a la que Miguel Hernández fue condenado por escribir en los periódicos del frente republicano en la guerra civil española (1936-39).


En ese momento resultaba evidente que sin democracia no podía haber periodismo. Me sentí menos mal cuando supe que la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) había concedido el carnet de prensa a título póstumo para Miguel Hernández, tras mi solicitud recogida en actas, en el congreso internacional que conmemoraba el centenario de su nacimiento, celebrado en Elche-Alicante-Orihuela (2010).


Sentí que se había hecho justicia en lo personal, pero sigue sin hacerse justicia en lo profesional, porque no es justo que periodistas sigan muriendo en todo el mundo por ejercer su profesión (las estadísticas profesionales así lo indican), ni lo es que sigan perdiendo trabajos y puestos porque la situación financiera obliga al cierre de medios de comunicación.


Hay muchas formas de morir. Dicho de otra forma: la democracia merece un periodismo más fuerte y sano, y el periodismo ha de lograr una democracia más sana, viva y real. Periodismo y Democracia se necesitan. Y ambos necesitan por igual de la libertad de expresión y de una opinión pública crítica.


Acaba de publicarse el Informe Anual de la Profesión Periodística que cada año edita la Asociación de la Prensa de Madrid (2012), y en su presentación, escrita por la presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid, Carmen del Riego, dice que se avecina otro año negro para el periodismo. Ciertamente no es un panorama demasiado optimista, pero sí muy realista. Al calor de sus palabras me preguntaba cuándo ha sido un año luminoso para la profesión, a pesar de lo indispensable de su existencia para la subsistencia de nuestras democracias occidentales. La crisis financiera y laboral está destruyendo el empleo en medios de comunicación con forma de tsunami mientras los bienes y servicios de lujo están aumentando su demanda y sus consiguientes beneficios en la misma medida.


Se está produciendo un fenómeno socio-económico-político extraño y no deseado, al que no estamos acostumbrados, que no debemos aceptar sin resistencia, intelectual al menos. Si hablara de El Capital, de Costa Gavras (2012) o del Robin Hood (de la leyenda metropolitana del siglo XXI) que robaba a los pobres para dárselo a los ricos, en lugar de hablar de El Capital de Karl Marx (1894) y del Robin Hood (de la leyenda medieval británica) que robaba a los ricos para dárselo a los pobres tampoco me estoy equivocando, simplemente me estoy refiriendo al último film de Gavras que produce un efecto demoledor en el espectador por la tan deleznable realidad que describe.


Recomiendo encarecidamente la película, al igual que recomiendo una reflexión individual y sensible a cada uno de nuestros lectores sobre el momento socio-económico -político-histórico que no solo la profesión periodística sino que la sociedad española está viviendo, y sobre la necesidad de recuperar el análisis y la reflexión periodística, porque efectivamente: sin periodismo no hay democracia. Todos nos sentiremos mejor si logramos convencernos de ello y demostrarlo.

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