RICARDO TELLO CARRIÓN / EL UNIVERSO
Amado oficio: un vacío de vértigo atenaza y desesperanza. Siempre hemos creído en ti como una forma de dignificar la palabra y, a través de ella, al ser humano.
Digo: como aquella vez que robamos la historia de aquel muchacho lustrabotas y lisiado que se “aparejó” con una mujer mucho más joven, y ciega. Los dos hijos son, definitivamente, el regalo más grande de sus vidas. ¿Recuerdas sus rostros de felicidad cuando la Curia Arquidiocesana de Cuenca decidió regalarles una casa luego de leer su historia en esos papeles periódicos de fin de semana?
Sí, como oficio sirves para dignificar. Para enaltecernos con tus certezas: “en el periodismo no se hace dinero, pero con él se puede vivir dignamente”. Una frase de los muchos maestros que nos acompañaron a caminarte.
Y hay muchas formas de ser digno en el oficio: amándolo, respetándolo, cultivándolo. Mirándonos en el otro. Compartiéndolo, actualizándolo, renovándolo. Sirviéndole y no sirviéndonos.
Por eso duelen y crean vacíos de vértigo ciertos desenlaces propuestos como respuesta a los intentos de dignificarte como profesión: “Me pusieron en jaque en el trabajo, me quieren liquidar por esto del alza de sueldos”.
El mensaje desalentó. Era una de las mejores alumnas. Hoy su pecado es una tabla salarial más justa con el raso. Con el tiempo que nos demanda. Sí, con mis ingenuidades de por medio, pero creo que un sueldo digno, dignifica al ser humano. Porque el periodismo no solo es un oficio u profesión, es una forma de vida, y como toda forma de vida, debe ser digna.
Su pecado es más grave aún: pese a que trabaja su tesis de tercer nivel, fue incorporada en una nómina renovada de su medio como “investigadora”, que es mucho menos que “bachiller”. Y toda la dignidad que buscamos se derrumba con conclusiones como: “Me dan ganas de protestar, de demandar, pero me retengo porque pienso en que mi tesis depende de este diario”. Un ejemplo que de seguro se replica en muchas partes.
Digo: si ahora crea dudas aquello de que “los peores tiempos para el periodismo son los mejores tiempos para el periodismo” –porque hacer comunicación es cada vez un motivo de desesperanza– pues ahora hay algo que nos está devolviendo la esperanza al saber de un camino mejor trazado, mejor reconocido, con futuro. Más debatido. Criticado. Autocriticado. Y remunerado.
Si antes, en medio de condiciones precarias, algún dueño del negocio podía dormir sin remordimientos, de seguro también lo hará ahora que busca la forma de negar la posibilidad de generar otras condiciones con el reportero. Es un problema estructural.
El sueldo del periodista debe dignificar sin crear condiciones extraordinarias. No es mejor periodista el que más gana. Esa no es la dignidad que buscamos: anhelamos una que nos encuentre más humanos. No con la intención de acumular, mas sí la de vivir con dignidad. Compartir con dignidad. Tener esperanza, y al final llenar ese vacío de vértigo.
Digo: “el buen periodismo cuesta”. Y esa otra certeza no solo apunta a los sueldos, sino a las convicciones de que bien ejercido, con el periodismo digno podremos también cambiar un poquito más las estructuras de este puto mundo.