Las tecnologías de la información y la comunicación alcanzan hoy límites que pocos pensaban hace apenas unos años que siquiera llegarían a rozar. Conocer lo que pasa al otro lado del mundo en el momento en el que sucede es posible desde hace tiempo a golpe de tuit o de whatsapp. El acceso a la información es prácticamente universal y su coste es, en muchos casos, mínimo.
Si cualquier persona puede incorporarse a los canales de distribución de la información más utilizados, no es descabellado que nos preguntemos si es necesario que las empresas de comunicación contraten periodistas que, sí o sí, les saldrán más caros que si dedicaran a una persona, por ejemplo, a rastrear las decenas de miles de tuits que se generan cada minuto en el mundo.
Sin embargo, el devenir de los hechos ha constatado que no todo lo que circula en la red es veraz. Las informaciones no contrastadas se han convertido en auténticas lacras que los profesionales –y la sociedad- deben rechazar sin miramientos. El periodista debe recuperar el lugar que nunca debió perder cuando en algún capítulo de la serie de acontecimientos llegó a perder su credibilidad. Cuando el hecho de que se le denominara el ‘cuarto poder’ le hizo creerse que estaba por encima de sus lectores, oyentes o televidentes.
Hace poco más de un año nacía CoPeriodistas. Un proyecto en el que jóvenes profesionales del periodismo unían sus fuerzas e ilusiones para demostrar que es posible hacer un buen trabajo comprometiéndose con todos y con nadie. Querían hacer ver que es posible un periodismo cercano y riguroso; comprometido y veraz. Y los resultados demostraron que la sociedad entendía sus objetivos.
Hoy ese grupo de jóvenes periodistas reafirma el compromiso que firmó con sus lectores el 26 de noviembre de 2012. Probablemente CoPeriodistas no sea imprescindible en la sociedad, pero les aseguro que sus componentes, por la dedicación que ponen en cada una de sus noticias, reportajes o entrevistas, sí son necesarios.
