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Somos lo que publicamos

Enric Hernández, director de ‘El Periódico’, escribe sobre la cobertura de la catástrofe aérea de los Alpes en los medios de comunicación.
Accidente Alpes periodistas
Despliegue periodístico en la localidad de Seyne-les Alpes. FOTO: FERRÁN SENDRA / EL PERIÓDICO

ENRIC HERNÁNDEZ

Internet y las redes sociales han desdibujado la vieja línea divisoria entre emisores y receptores de la información. Hoy, gracias a (o por culpa de) Facebook, Twitter, Instagram, Whatsapp, Telegram y demás canales, sean de difusión pública o restringida, cualquiera puede divulgar masivamente tanto una noticia contrastada como un bulo, igual una opinión respetuosa que una injuria, hoy un vídeo de interés general y mañana, una foto íntima. Pero, como sugiere Albert Sáez en su reciente ensayo El periodisme després de Twitter (Edicions 3 i 4), este nuevo reparto de papeles debe comportar, también, una distribución distinta de las responsabilidades. Cada cual, la que le corresponda.

La cobertura de la catástrofe aérea de los Alpes en los medios de comunicación ha sido objeto esta semana de numerosas críticas. Numerosas y, a menudo, indiscriminadas, pues, en un confortable pero injusto totum revolutum, se ha mezclado prensa, radio y televisión; a profesionales falibles pero respetuosos y a reporteros de programas de entretenimiento que cámara en ristre persiguen igual a Isabel Pantoja que a familiares de personas fallecidas. Las críticas generalizadas a la falta de rigor de los medios adolecen del mismo mal que denuncian.

Por deseo de las familias, El Periódico ha retirado las fotos de los españoles fallecidos en el siniestro, halladas en webs y redes sociales; antes lo hizo en respuesta a peticiones concretas. Ello no significa que publicarlas fuera un error: ante tragedias como la de los Alpes, la función del periodismo es identificar las causas y narrar las consecuencias. Relatar con tacto las circunstancias y la identidad de los fallecidos no para hurgar en su intimidad, sino para honrar su memoria, como se hizo después del 11-M y del accidente de tren en Santiago. Porque el anonimato es el prólogo del olvido.

Cuando los individuos divulgamos comentarios o fotos en las redes sociales debemos ser conscientes de que, en ese momento, escapan a nuestro control. No lo fueron las víctimas del siniestro; tampoco el copiloto que estrelló el avión. Fiscalícese el papel de los medios, pero asumanos que también las personas somos lo que publicamos.

FUENTE: EL PERIÓDICO

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