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Ni grandes ni chicos sino todo lo contrario

"Los profesionales, y también los profanos, otorgan los galones periodísticos, según el género que se cultive", señala Jesús Picatoste.
Redacción de Novosti
Redacción de Novosti en Moscú

JESÚS PICATOSTE

Vamos dados si nos creemos que en el ejercicio periodístico no hay clasismo de ciertos profesionales en la relación con sus compañeros. Me refiero en concreto a las dosis de soberbia, petulancia o esnobismo que se adueñan de algunos colegas y cómo señalizan sus territorios; haberlos, haylos en el trato personal jerárquico que nunca llega al atrevimiento de aplicar una disciplina castrense dada la idiosincrasia de los periodistas. No es el caso, aquí y ahora, de abordar semejantes comportamientos .Pero hay un clasismo más sutil, quizá más ingenuo, enraizado en el cultivo de unos u otros géneros: reportaje, crónica, entrevista, editorial, columna…. En los protagonistas encasillados aparecen ya los primeros síntomas de “las diferencias de clase”, las guerras de los géneros y las especializaciones.

Los profesionales, y también los profanos, otorgan los galones periodísticos, según el género que se cultive. Digamos que parten con ventaja determinadas ramas informativas y no todas se valoran por igual. El periodista aparece supeditado, para bien o para mal por el tipo de especialidad a la que se dedique y no prima el “buen periodismo”, como elemento básico para la mejor consideración profesional y social. Véase como ejemplo la concesión de los innumerables premios que se convocan y otorgan, donde el abanico de géneros informativos o creativos es bastante limitado.

Bien es verdad que este singular clasismo no se encierra únicamente en el mundo periodístico. El llamado “género chico” musical ha sido motivo de innumerables polémicas en las que sociología, política y cultura se enzarzaban en torno a la evolución de la “zarzuela grande”, para sostener que el adjetivo “chico” no significa menor calidad sino reducción de un formato amplio, con representaciones de cuatro horas, a uno menguado. Viene a cuento este ejemplo para reivindicar que no hay labor periodística pequeña, por mínima que sea. A los becarios –y sin ir más allá- cabe encargarles que redacten los pies de fotos. Sin lugar a dudas, en una tarea tan simple y que a los muy novatos hasta les pueda parecer humillante, es preciso afinar en cuatro o cinco líneas. Hasta lo más chico no ha de estar reñido con la calidad.

El deseo de aquellos profesionales por cambiar el ejercicio de un género, el que sea, por otro que suponga mayor categoría no deja de ser una ambición legítima. Ahora bien ¿quién evalúa esa importancia, más allá de la pura inclinación, vocación y aptitudes? No todos están capacitados para mudarse de dedicación o convertirse en “periodistas todo terreno”, máxime en la actualidad cuando el avance digital obliga a un replanteamiento de los géneros periodísticos en el fondo y en la forma. Bienvenidos sean los trasvases y los nuevos horizontes laborales. No hace tantos años que los actores y actrices españoles recelaban de trabajar en la televisión porque “carecía de prestigio”. La realidad se ha impuesto de tal forma que un notable número de nuestros cómicos no podrían renunciar hoy día a las cámaras, aunque la categoría de los actores se reconozca, según los críticos, por su labor en las tablas.

En este trasiego del elenco de géneros periodísticos, ya hay quienes incorporan las tertulias de cualquier tipo que se han implantado en toda España con vocación de permanencia. Niegan que se trate de un mero espectáculo televisivo o radiofónico y argumentan que poseen los rasgos imprescindibles del periodismo, de un género periodístico. Si es por la abundancia, no cabe duda. Si se aplica un sentido estricto, no aprobarían.

FUENTE: PERIODISTAS

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