Entre los sucedidos del mundo del toro, (algunos apócrifos pero todos ocurrentes) se cuenta el del maestro que cuando supo que un antiguo banderillero era el gobernador civil de la provincia preguntó ¿Cómo ha sido?, otro maestro sabio precisó: “degenerando”. Recordé el cuento al ver a los entornos culturales del Ayuntamiento de Madrid decididos a apoyar a los titiriteros procesados por “enaltecimiento del terrorismo” con el argumento de la libertad de expresión. Más aun, alguien pretende que se repita el caso “soy Charlie Hebdo” viralizado tras el terrible atentado de París. Trasladar aquella experiencia y circunstancia a la madrileña de los títeres sólo se explica por “degeneración”.
Madame Staël, una de las personalidades más apasionadas de la Revolución Francesa, poco antes de pasar por la guillotina, pronunció la frase que la ha hecho célebre: “¡Oh libertad! cuantos crímenes se cometen en tu nombre”. Con la libertad de expresión que el artículo 20 de nuestra Constitución colocó en lugar preeminente y que la jurisprudencia del Supremo y el Constitucional han reforzado como en los países más entusiastas de las libertades, ocurre algo parecido, ¡cuántos abusos en tu nombre!
El espectáculo de “la bruja y don Cristóbal” de los “Títeres desde abajo” es lamentable, ruin, estúpido, miserable y cuantos calificativos equivalente nos proporciona el diccionario. No concluyo que constituya un ilícito penal, ni que sus perpetradores merezcan la cárcel por los delitos que les atribuyen juez y fiscal. Sus gestos como héroes cuando entraban en el furgón policial refuerza el carácter de descerebrados de ambos titiriteros, por eso pienso que la cárcel es benévola. Me pregunto si tienen padres y a abuelos y vecinos, y amigos ¿qué pensarán de ellos?
Pero lo más asombroso es que personajes como la alcaldesa de Barcelona o el jefe de Podemos se deslicen por el argumento de la “libertad de expresión”, máxime con los precedentes de los chistes negros de Zapata y de otros avatares que advierten que el mundo interior de esta gente es lo que acreditan sus chistes y sus apaños a cuenta de la libertad.
Llevar al guion de los títeres infantiles un relato que tiene más de criminal que de gracioso es injustificable, no hay libertad de expresión que pueda ampararlo, entre otras razones porque hay derechos absolutos (a la vida, a la integridad…) que van por delante de otros derechos sometidos a debate, derechos limitados, como los de la libertad de información y de expresión. Precisamente para reformar la libertad de expresión hay que detectar sus límites y no incorporar a su perímetro lo que va contra las otras libertades previas. Enaltecer el terrorismo y el crimen no está amparado por la libertad de expresión. Poner en equivalencia Charlie Hebdo (que tiene su propia controversia) con los titiriteros anarquistas solo se puede hacer desde la “degeneración”, desde la confusión mental, la carencia de principios morales y la ausencia de sentido de lo que es “libertad”.
FUENTE: REPÚBLICA