
L. ALBERTO RODRÍGUEZ
Es claro que el modelo de negocios del periodismo tradicional sufre una crisis. Se ha hablado mucho de esto y aún resuenan las voces provenientes de Estados Unidos (epicentro de la debacle de los impresos) que auguraron, a finales del siglo XX, que para el año 2020 ya no existirían periódicos. Semejante profecía no se cumplirá, pero es claro que los diarios en papel vienen a la baja a gran velocidad.
Frente a este fenómeno se encuentra el periodismo digital; la práctica periodística en plataformas digitales, en su mayoría móviles, que a veces requieren de internet y otras no, para funcionar. Su auge está más que consolidado y es la realidad misma del periodismo en México y en cualquier lugar del mundo industrializado.
Basta echar un vistazo a la dinámica de las aulas universitarias donde se imparte periodismo o comunicación: el olor a periódico recién impreso a nadie incentiva, su evocación perdió romanticismo y las ocho columnas no son más que una vieja anécdota. Ahora, el oficio no se asocia solamente al buen uso del lenguaje, la deontología y la investigación; quien quiera sobrevivir como periodista debe anclarse a las redes sociales, el marketing 3.0, programación básica, producción multimedia, escritura en hipertexto, interpretación de datos, prácticas móviles y tantos otros usos que ofrezcan las aplicaciones y dispositivos.
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