
SALVADOR GARCÍA LLANOS
El sector turístico tinerfeño vive desde la tarde-noche del pasado domingo la natural desazón que deriva de los hechos y las circunstancias que concurrieron en una jornada complicada que requirió de un gran esfuerzo de coordinación de las prestaciones de los servicios públicos, mientras las apetencias de fiesta carnavalera producían confusión y desconcierto, sin saber muy bien qué priorizar.
Las cosas se agravaron el lunes, cuando el descubrimiento de dos casos de coronavirus en turistas italianos que se alojaban en el sur alimentó más desasosiego que, en la tarde del martes alcanzó su máximo nivel, entre la impotencia, las informaciones entrecruzadas en las redes sociales y casi todo el mundo queriendo conceder a su whatsapp el mayor o el único crédito.
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