
EL ESPAÑOL
Hoy han abierto los quioscos. Merecen un homenaje. Como lo merecen los sanitarios, los gasolineros, los vendedores de mangos y los que no desparraman la alarma en las redes. Un quiosco cerrado hace el barrio más triste. No es la primera vez que escribo sobre esto, pero nadie parece ocuparse.
Nos preocupamos, y con motivo, de cómo las salas de juego (cuando era chico los billares eran lugar de encuentro, a menudo para quinquis y malotes, y su espacio de convivencia permanece en nuestro corazón), están apropiándose del latido de las calles, pero miramos a otro lado cuando el quiosquero no tiene quien le suceda.
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