
MANUEL HERRADOR
ENTREGA 1ª [Extracto del capítulo 1 del “Manual de oratoria” de Manuel Herrador]
A través de mi profunda vocación, y de una trayectoria profesional de más de 25 años dedicada a la formación y al ejercicio activo de la comunicación periodística en general y de la oratoria y la locución audiovisual en particular, pretendo contagiarle de mi pasión por la palabra, el sonido y el mensaje hablado. ¡Implíquese!, sobre todo si lo que busca expresamente es algo más que un conjunto de fríos consejos —más o menos útiles— para comparecer en público con credibilidad y naturalidad. ¿Cómo?, pues estando dispuesto a seguir las numerosas indicaciones y diversas técnicas que, paso a paso, le iré desarrollando en esta publicación; practicando los ejercicios que correspondan a cada nueva habilidad; entrenando periódicamente con las herramientas naturales de las que estamos dotados y que —según su aplicación y uso— permiten la activación de los diferentes estilos locutivos.
Mediante la afirmación que sirve de título, quiero dejar claro que una notable cota de dominio profesional de la actividad comunicativa no requiere de la posesión de especiales dones innatos, ¡ni mucho menos!, sino del conocimiento concreto que en cada comparecencia pública sea necesario activar, ¡y eso se aprende! Particularmente, me encanta saber que el aprendizaje de una materia o de una disciplina específica depende solo y exclusivamente de mí, de mi dedicación y esmero, de mi entrega y esfuerzo personal.
Como fuente emisora de un determinado mensaje, sé qué hacer y qué herramientas activar para transmitir a mi receptor credibilidad, naturalidad, emociones, sentimientos, intuición, comprensión e, incluso, sensaciones físicas tales como la textura, el brillo, la suavidad, la ternura, la energía, el temor, el respeto, el olor, un sabor, relax, valor y, en definitiva, una interminable cadena de percepciones conocidas por aquel —nuestro receptor—, y todo ello hacerlo con elegancia, rigor y personalidad, insisto, ser consciente de que con estudio, práctica y constancia puedo conseguirlo, es en sí mismo un acicate que me motiva y me tranquiliza, a la vez.
Le pido que, al principio, al ir incorporando técnicas y herramientas para usted desconocidas y que le obligan a esforzarse un poco más de lo que esperaba, ¡no se asuste y vaya a tirar la toalla!, ¡hágase firme!, no ceda ante ese duendecillo vago que todos tenemos y que ronda por nuestra cabeza para controlar que no gastemos más energía que la precisa; no le permita que vaya a mermar su interés, sus ganas e ilusión.