
EL PAÍS
Poco antes de las 19.00 del jueves, conforme el escrutinio en los Estados decisivos avanzaba de manera agónica y ponía al demócrata Joe Biden con un pie en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump recurría a la sala de prensa de ese edificio para lanzar un mensaje sin precedentes: “Si contamos los votos legales, ganamos fácilmente. Si cuentas los ilegales, nos van a tratar de robar”. Así comenzaba un discurso que advertía desde los primeros minutos un daño histórico de un mandatario estadounidense al sistema electoral de un país.
Incluso para los estándares de Trump, esas afirmaciones sin evidencia alguna que sugerían un fraude electoral suponen una afrenta inédita a las instituciones y logran el objetivo de añadir gasolina a un país más polarizado que nunca en medio de un conteo frenético que tiene a EE UU en vilo.
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