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‘Una reflexión sobre la utilidad de nuestra profesión en tiempos de autocensura’, por Cristina García Maffiotte

"El periodismo no puede dar un paso atrás ante el amarillismo; al contrario. Debe dar un paso al frente, y profesionales capaces de hacerlo en RTVC hay y muchos".
Imágen de RTVC sobre la erupción del volcán de La Palma. (RTVC)
Imágen de RTVC sobre la erupción del volcán de La Palma. (RTVC)

CRISTINA GARCÍA MAFFIOTTE

El pasado viernes, 24 de septiembre, RTVC emitió un tuit con este mensaje:

"Siempre vamos a respetar la integridad y los sentimientos de las personas afectadas" Por ello no hemos grabado imágenes de las personas evacuadas que se encuentran en el campo de fútbol de El Paso y dejamos de emitir y compartir aquellas en las que se vean casas derrumbándose.

Una decisión que, entiendo, quería poner distancia entre el periodismo serio y el show mediático -que nada tiene que ver con el periodismo- que durante los primeros días de vida del volcán sin nombre, ocupó buena parte de las horas de radio y televisión -y redes, por supuesto- de todo el territorio español. Con La Palma convertida en un plató amarillista y las redes agitadas con bulos e imágenes de todo tipo, la respuesta de los informativos de RTVC era una llamada a la cordura y la sensatez que nacía, no lo pongo en duda, con la buena intención de separar el trigo de la paja; el periodismo del espectáculo.

Pero esa decisión deja dudas, a lo mejor solo a mi y este artículo no tiene sentido, sobre el sentido del periodismo. Se dejan de emitir imágenes y se dejan de recabar testimonios para no contribuir al espectáculo, olvidando que el espectáculo nace y florece, precisamente, cuando el periodismo da un paso atrás y se deja la vía libre a ‘comunicadores’ y fauna de todo tipo que, pertrechados con un micro y un móvil, cuentan al mundo lo que está pasando; sin más criterio que la búsqueda de espectadores y ‘likes’. Sin dar contexto, sin rigor, sin contrastar los hechos, sin darle contenido más allá de lo que muestran las imágenes.

Salvando las distancias (o no), es como si no se diera la caída de las torres gemelas, o un ajusticiamiento en Kabul o tantas y tantas noticias e imágenes duras que se han mostrado y se han contado y que a espectadores de todo el mundo nos han abierto los ojos a realidades y hechos. Imágenes y testimonios durísimos que le dieron la dimensión real a situaciones que ocurrían a miles y miles de kilómetros. Imágenes y testimonios que, con su dureza, nos hicieron comprender qué ocurría y qué consecuencias tenían; cómo iban a cambiar la vida de quienes vivían esas situaciones y nos ayudaban a empatizar y a entender tanto el horror que vivían sus protagonistas si no, también, a entender las decisiones -políticas, económicas, sociales- que de derivaban de ellas.

Por eso insisto, ¿debe el periodismo dar un paso atrás? ¿cuáles son los riesgos de esta autocensura? ¿Quién sale perdiendo?

El periodismo no puede dar un paso atrás ante el amarillismo; al contrario. Debe dar un paso al frente -y profesionales capaces de hacerlo en RTVC hay y muchos; lo han demostrado durante años y en estos días vuelven a dejarlo claro- y con rigor, seriedad y objetividad ofrecer la información dándole al espectador el contexto y las claves para entender esas imágenes. Los riesgos de la autocensura, el ‘buenismo’ y lo políticamente correcto van mucho más allá de generar un vacío que van a llenar otros ¿o es que esas imágenes y esos testimonios no van a acabar en nuestros móviles, llegados por wasap, sin análisis ni contenido que explique su alcance y consecuencias?

¿Es que esos testimonios no van a ser recabados por gente que no tratará con respeto a esos protagonistas sin ser capaces de trasladar con dignidad sus impresiones y vivencias para que quienes vivimos este suceso desde la distancia y con el corazón encogido podamos intentar entender mínimamente el dolor, el miedo y la angustia de lo que están viviendo? Es más, ¿quién va a contar sus historias?, ¿quién va a trasladarle al resto de la sociedad esos miedos, esas angustias, esas preocupaciones que son solo suyas pero que, al conocerlas, las hacemos nuestras?

Sobre quién sale perdiendo, lo tengo claro: el ciudadano. Se le hurta todo lo bueno y necesario que tiene nuestra profesión. Y nos lo hurtamos los propios profesionales dejando cojos al periodismo. No quiero polemizar sobre el origen de la decisión: ya dejé claro antes mi convencimiento de que responde a una buena intención, pero ¿no es la autocensura un nuevo paso atrás? ¿No es seguir restándonos herramientas para poder ejercer nuestra profesión? Permitimos (mejor dicho, se nos impuso) las ruedas de prensa sin preguntas que acabaron siendo la excepción para acabar convirtiéndose en rutina cotidiana y ahora, cedemos parte de nuestra razón de ser -contar historias más allá de la historia oficial, explicar lo que ocurre más allá de lo que muestra la imagen- para que no se nos confunda con un amarillismo al que se le abre todo el campo.

Damos pasos atrás para que otros puedan correr libremente. No es el camino. No es la solución al problema y, sin duda, no es la respuesta al trabajo serio y riguroso de los profesionales de RTVC ni de tantos otros compañeros de medios públicos y privados que, con seriedad, rigor, compromiso con la verdad y objetividad, llevan ya una semana demostrando todo lo que diferencia el periodismo de servicio público del amarillismo.

 

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