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Miguel Ángel Noceda, nuevo presidente de la FAPE

En su intervención ante la LXXXI Asamblea general afirmó que “hace unos años, la FAPE eligió un acertado eslogan: Sin periodismo no hay democracia. De eso se trata”.
De izquierda a derecha: Francisco Javier Galán, Esther Aniento, Noa de la Torre, Lola Gallardo, Miguel Ángel Noceda, Aurelio Martín, Carolina Fernández, María Jesús Chao y Luis Menéndez.
De izquierda a derecha: Francisco Javier Galán, Esther Aniento, Noa de la Torre, Lola Gallardo, Miguel Ángel Noceda, Aurelio Martín, Carolina Fernández, María Jesús Chao y Luis Menéndez.

FAPE

Miguel Ángel Noceda Llano es el nuevo presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE). Su candidatura, presentada por la Asociación de la Prensa de Madrid, ha sido la única en optar a la renovación de la Junta Directiva en la LXXXI Asamblea General, celebrada el pasado fin de semana en el Palacio de la Magdalena de Santander, en el marco de los actos conmemorativos del Centenario de la organización.

El veterano periodista, especializado en información económica, sustituye en la Presidencia a Nemesio Rodríguez López, quien, tras cuatro años al frente de la Federación, no ha optado a la reelección.

“Asumo este cargo con el objetivo de defender la profesión y abrir el debate a todas las cuestiones que se susciten desde las distintas asociaciones”, ha dicho tras su proclamación.

En su intervención, Noceda ha comparado la actual situación de la profesión con la que vivían los que la ejercían hace 100 años, en 1922, cuando se fundó la FAPE. “Resulta inevitable hacer paralelismos con lo que ocurría hace un siglo. Reconocida la profesión, con facultades que la enseñan y masters que la enriquecen, la precariedad se ha vuelto a configurar como una de las lacras del periodismo”, ha dicho.

El nuevo presidente de la FAPE ha recordado cómo la coincidencia del cambio de modelo (del soporte papel al soporte digital) con la crisis de la Gran Recesión desató una cadena de adversidades que luego aumentaron con la pandemia, y que conllevaron la caída drástica de la publicidad, principal fuente de ingresos.

Este cúmulo de circunstancias, ha explicado, ha dado lugar a ajustes de plantillas y recortes salariales, contrataciones a la baja, reducción de la independencia y, en paralelo, a malas prácticas periodísticas (desinformación, trincherismo, discriminación…) derivadas de la proliferación de medios digitales y el abuso de las redes sociales. “El todo vale que practican alguno de esos medios (o pseudomedios) y la interpretación errónea de las redes sociales, que hacen creer a muchos ciudadanos que pueden hacer pinitos periodísticos con un tuit, ha fomentado un mal de esta época: las noticias falsas, que lamentablemente arrastran a otros medios más serios”.

Noceda También ha denunciado el fomento de campañas de intimidación con “el objetivo perverso” de hacer callar a los periodistas, “lo que redunda en silenciar informaciones y la autocensura y, en definitiva, la erosión de la democracia”.

Tras señalar que una reciente encuesta publicada por el CIS desvelaba que el 11,4% de la población culpa a los periodistas de la crispación (y no es un consuelo que a los políticos les atribuyan un 54%), ha afirmado que “hace falta impulsar una regeneración ética del periodismo para recuperar la confianza de los ciudadanos y garantizar el derecho a la información”. “Tenemos como asignatura pendiente reducir ese porcentaje y hacer que los ciudadanos crean que merece la pena pagar por la información que reciben, ya sea por medios digitales o tradicionales”, ha añadido.

Miguel Ángel Noceda no ha querido terminar su primera intervención como presidente de la FAPE sin hacer un homenaje a los periodistas que cubren la guerra de Ucrania y, sobre todo, a los que han perdido la vida, al igual que ha querido homenajear a los periodistas mexicanos, que sufren a diario el acoso y entre los que muchos pagan con la muerte el ejercicio de la palabra.

“Hace unos años, la FAPE eligió un acertado eslogan: Sin periodismo no hay democracia. De eso se trata”, ha concluido.

Nueva Junta Directiva

Además del presidente, Miguel Ángel Noceda, a la nueva Junta Directiva de la FAPE se incorporan también los periodistas Amancio Fernández Rodríguez, como secretario general; Francisco Javier Galán Gamero, como tesorero; y Anabel Isabel Díez Navarrete, como vocal. La anterior secretaria general, Mª Jesús Chao Álvarez de Sierra, pasa a ocupar la Vicesecretaría.

Se mantienen en sus cargos los tres vicepresidentes: primero, Aurelio Martín González; segunda, Carolina Fernández García; y tercera, Noa de la Torre Alfaro; y como vocales: Esther Aniento Idoype, Lola Gallardo Ceballos y Luis Menéndez Villalba.

Sobre Miguel Ángel Noceda

Nacido en Comillas (Cantabria), es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Especializado en información económica, comenzó en la revista Mercado en 1979. En 1985 pasó al diario económico Cinco Días y en 1988 formó parte del equipo fundador de La Gaceta de los Negocios.

Desde octubre de 1989 hasta enero de 2022, ha formado parte de la plantilla de El País, donde ha sido redactor jefe y corresponsal de Economía. Presidió la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE) entre 2002 y 2007. Dirige los cursos de Economía para periodistas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y el máster de Economía que organiza la APIE.

Ha escrito los libros Radiografía del empresariado español(Catarata) y La Economía de la democracia (Espasa), éste en colaboración con los exministros Carlos Solchaga, Pedro Solbes y Luis de Guindos. Recibió el premio Carlos Humanes de Periodismo Económico en 2019. Es directivo de la Asociación de la Prensa de Madrid desde mayo de 2008, y ocupa la Vicepresidencia 3.ª para Asuntos Económicos de esta organización desde diciembre de 2011.

Intervención completa de Miguel Ángel Noceda como nuevo presidente de la FAPE

“Hace 100 años se constituyó aquí, en Santander, la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE) por iniciativa de varios periodistas. La federación recibió el auspicio del rey Alfonso XIII, bisabuelo del actual monarca, que pasaba los veranos en este Palacio de la Magdalena que el pueblo santanderino había regalado a la familia real. El respaldo del poder establecido fue clave para el objetivo de dignificar una profesión que apenas era reconocida.

Entonces habían proliferado muchos medios (un buen ramillete de ellos, como El Diario Montañés, siguen en la brecha adaptados a los nuevos tiempos digitales), pero los periodistas que los escribían tenían que buscarse la vida con oficios complementarios. Vivían en una auténtica precariedad y sin una organización que les amparara. Hubo algunos intentos, que se frustraron. De hecho, la única que existía era la Asociación de la Prensa de Madrid, que había nacido 27 años antes con fines esencialmente benéficos. Por supuesto, no había ninguna escuela donde se enseñase. Y no fue hasta los años veinte, tras la creación de la FAPE, cuando se establecieron reglamentos o estatutos que defendieran la profesión.

Ahora resulta inevitable hacer paralelismos con lo que ocurría hace un siglo. Reconocida la profesión, con facultades que la enseñan y masters que la enriquecen, la precariedad se ha vuelto a configurar como una de las lacras del periodismo. La coincidencia del cambio de modelo (del soporte papel al soporte digital) con la crisis de la Gran Recesión desató una cadena de adversidades que luego aumentaron con la pandemia, y que conllevaron la caída drástica de la publicidad, principal fuente de ingresos.

Esa calamidad dio lugar a ajustes de plantillas y recortes salariales, contrataciones a la baja, reducción de la independencia y, en paralelo, a malas prácticas periodísticas (desinformación, trincherismo, discriminación…) derivadas de la proliferación de medios digitales y el abuso de las redes sociales. El todo vale que practican alguno de esos medios (o pseudomedios) y la interpretación errónea que se hace de las redes sociales, que hacen creer a muchos ciudadanos que pueden hacer pinitos periodísticos con un tuit, ha fomentado un mal de esta época: las noticias falsas, que lamentablemente arrastran a otros medios más serios.

Ese mal uso ha fomentado campañas de intimidación con el objetivo perverso de hacer callar a los periodistas. Es decir, de restringir el ejercicio del periodismo y vulnerar las libertades (de expresión, de prensa, de información…), el derecho a la cláusula de conciencia y el secreto profesional en el ejercicio de estas libertades amparados en la Constitución. Por no hablar de otras actuaciones en el mismo sentido como las ruedas de prensa sin preguntas, los vetos de acceso a la información, las agresiones a periodistas, los acosos online, los requerimientos para revelar las fuentes, las querellas para frenar las investigaciones periodísticas…, lo que redunda en silenciar informaciones y la autocensura y, en definitiva, la erosión de la democracia.

Muchos factores que mellan el periodismo de calidad y que probablemente incide en la percepción que tienen los ciudadanos de nosotros. Una reciente encuesta publicada por el CIS desvelaba que el 11,8% de la población culpa a los periodistas de la crispación (y no es un consuelo que a los políticos les atribuyan un 54%). Hace falta, como bien expresó la FAPE con motivo del Día de la Libertad de Expresión, impulsar una regeneración ética del periodismo para recuperar la confianza de los ciudadanos y garantizar el derecho a la información. Tenemos como asignatura pendiente reducir ese porcentaje y hacer que los ciudadanos crean que merece la pena pagar por la información que reciben, ya sea por medios digitales o tradicionales.

Ante eso se impone la información veraz, que cumpla las reglas más elementales del periodismo (conocer, comprender, contrastar y publicar) y respete todas las normas deontológicas, el rigor y la honestidad. Parece fácil, pero deja de serlo cuando nos saltamos todas las barreras y nos dejamos llevar por el mal uso de la información ya citado. Afortunadamente, y pese a todas estas adversidades, el periodismo serio siempre perdurará. Siempre habrá gente dispuesta a contarle a la gente lo que le pasa a la gente, profesionales con la verdad como bandera que no se van a arrugar para levantar los escándalos y que, también, van a contar las cosas que se hacen bien.

Asumo este cargo con el objetivo de defender la profesión y abrir el debate a todas las cuestiones que se susciten desde las distintas asociaciones. Quiero agradecer la labor realizada por la junta presidida por Nemesio y que en gran parte se mantiene conmigo. Aurelio, Carolina, Noa, María Jesús, Esther, Lola, Luis, Mar, María Ángeles, os agradezco que sigáis en el equipo; a Amancio, Javier y Anabel vuestra incorporación, y a Carlos y David vuestra labor en estos años pasados. Nos toca seguir luchando por dignificar la profesión siempre bajo la premisa de la veracidad y la defensa de la libertad de expresión.

No quiero terminar sin hacer un homenaje a los periodistas que cubren la guerra de Ucrania y, sobre todo, a los que han perdido la vida, al igual que quiero homenajear a los periodistas mexicanos, que sufren a diario el acoso y muchos pagan con la muerte el ejercicio de la palabra.

Hace unos años, la FAPE eligió un acertado eslogan: Sin periodismo no hay democracia. De eso se trata”.

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