
EL PAÍS
Un reportero invisible que, para seguir contando Nicaragua desde el terreno, tiene que borrarse del mapa: nadie puede saber a qué se dedica, no firma sus historias y vive en alerta permanente a que alguna fuente lo delate, a que el Gobierno lo identifique y vaya a por él, como ha hecho con más de 200 informadores que han acabado encarcelados o han salido por veredas rumbo al exilio en los últimos años. Una periodista a la que diagnostican dolencias relacionadas a “vivir bajo persecución constante” en El Salvador, donde, por su trabajo, ha sido espiada, robada y por el que se siente amenazada. Un editor y presentador que acaba en el exilio después de que le armasen casos judiciales en Guatemala, un país que ha emprendido una persecución contra voces críticas, que incluye también a fiscales, jueces y magistrados que lucharon contra la corrupción.
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