
ALFONSO GONZÁLEZ JEREZ/EL PAÍS
Guillermo García-Alcalde, periodista y editor, músico y crítico musical, practicó en sus últimos años la ironía más elegante de todas: el silencio. No era el silencio de un cartujo, sino de un hombre que decidió liberarse del pasado que ya se había perdido y sabía irrecuperable. Vivir lo que queda hasta entrar desnudo, sin rencores ni nostalgias, en el mar del olvido. Después de ser el editor más solvente, poderoso e influyente de Canarias durante más de 30 años casi desapareció del espacio público. En la tarde del lunes moría en la ciudad que eligió para vivir, Las Palmas de Gran Canaria, a los 82 años.
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