En vísperas del segundo aniversario de la masacre en la redacción del Charlie Hebdo, Reporteros Sin Fronteras (RSF) y asociaciones de caricaturistas de prensa, entre ellos Cartooning for Peace (CFP), rinden homenaje a los caricaturistas que con sus dibujos defienden la libertad de información.
Sus trazos pueden valerles violentas represalias. Los caricaturistas que trabajan para la prensa a menudo pagan cara su ironía y su impertinencia. Son verdaderos barómetros de la libertad de expresión, pues las amenazas que sufren nos muestran el estado de la democracia en épocas de inseguridad y disturbios. Es difícil decir si después del atentado contra Charlie Hebdo, ocurrido el 7 de enero de 2015, en el que fueron asesinadas 12 personas, los caricaturistas corren mayores riesgos. En cualquier caso, continúan padeciendo presiones políticas, religiosas y económicas. Censura, despidos, amenazas de muerte, acoso judicial, agresiones y hasta asesinatos: los ataques se multiplican contra un gremio que, claramente, se encuentra amenazado.
“Desde la tragedia del Charlie Hebdo, numerosos caricaturistas viven bajo la presión del poder político, religioso, económico y de grupos no estatales”, afirma Christophe Deloire, Secretario General de Reporteros Sin Fronteras. “A menudo, la ofensa a la religión sirve como una herramienta de censura política. Es fundamental recordar que la legislación internacional protege a los caricaturistas, puesto que permite la expresión y difusión de información, incluso si ésta puede llegar a escandalizar, ofender o molestar”, añade.
“Muchos caricaturistas de prensa demuestran con su lucha, con las presiones y amenazas que sufren, el rol que tiene su trabajo para despertar consciencias”, agrega Plantu, presidente de Cartooning for Peace. “Después del atentado terrorista contra el Charlie Hebdo, otros acontecimientos trágicos nos han demostrado la necesidad de continuar, más que nunca, nuestra lucha por la libertad, que también se gana con lápices”, agrega.
Reporteros Sin Fronteras y asociaciones de caricaturistas de prensa, entre ellos Cartooning for Peace (CFP), han elaborado retratos de caricaturistas que por sus dibujos han sido despedidos, detenidos, encarcelados y hasta asesinados. Es el caso de Zunar, que desde hace años padece el acoso del gobierno de Malasia y cuyo proceso se abrirá a finales de enero; de Tahar Djehiche, dibujante argelino condenado a prisión incondicional, acusado de haber ofendido al presidente de su país, Abdelaziz Buteflika; de Musa Kart, famoso colaborador del diario turco Cumhuriyet, actualmente encarcelado, y de Rayma Suprani, despedida del diario El Universal por sus dibujos críticos del gobierno venezolano, que ahora se encuentra exiliada en Estados Unidos. En ocasiones, el simple hecho de difundir una caricatura puede ser causa de procesos judiciales y penas de cárcel. Fue lo que le sucedió al bloguero tunecino Jabeur Mejri, condenado en 2012 a siete años y medio de cárcel por sus publicaciones en Facebook.
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