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A veces entra un gánster en el periódico

"Detrás de sus palabras había amenazas económicas o políticas a las que el periódico debía mostrarse atento", desvela Juan Cruz Ruiz en su 'Diario de un lector de periódicos'.

GansterJUAN CRUZ RUIZ / EL DÍA

En aquella atmósfera pacífica que era la Redacción de El Día, en el edificio contiguo al que ahora ocupa, entraba todo tipo de gente. A veces asomaban (literalmente: asomaban) personalidades de la política (Jaime de Urzaiz, Rafael Díaz Llanos) o del periodismo (Pedro Fernaud); entrababan brevemente, saludaban a los que estábamos allí, pasaban al cuarto de don Ernesto Salcedo, se iban, y dejaban atrás un rastro de maledicencias o de benevolencias. Como es natural, los políticos se llevaban la peor parte en nuestra maledicencia. Y cuando se iban del todo ya volvíamos a escribir nuestras cosas; Salcedo se quedaba con algunos recados, porque días después teníamos que publicar algunos artículos u otras consideraciones acerca de aquellos próceres a los que el periódico rendía cierta pleitesía. A nosotros no nos gustaba esa gente: nunca dejaban atrás simpatía alguna. Excepto Fernaud, que era un crack.

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