
AGUSTÍN GAJATE
Tras dos meses de Estado de Alarma, quizá sea un buen momento para analizar la evolución de la publicidad en los medios de comunicación durante este tiempo, no con un criterio científico, ya que carezco del tiempo y de las herramientas necesarias para ello, sino desde el punto de vista de mi experiencia personal como televidente e internauta.
Una de las primeras cosas que hemos podido constatar todos fue la reducción de los tiempos dedicados a la publicidad en los diferentes canales, tanto en los generalistas como en los temáticos, y que en muchas ocasiones dedicaban la mayoría de los minutos a publicitar los propios programas que emite cada canal o a los producidos por el grupo mediático al que pertenecen.
Antes de ese momento, los anunciantes que saturaban los canales que veía eran las marcas de coches, de perfumes y de refrescos; así como los espectáculos, las cadenas de comida rápida, los centros comerciales, el juego y las casas de apuestas, los bancos, las aseguradoras, las compañías telefónicas, las empresas tecnológicas y los supermercados. El confinamiento dejó fuera de las pantallas a los primeros anunciantes, mientras que resistieron aseguradoras, bancos, telefónicas, tecnológicas y supermercados, estos últimos acompañados en reducidos bloques de tres a cuatro minutos por las principales marcas del sector de la alimentación y de productos de higiene y parafarmacia que también estaban antes, pero que no disfrutaban de tanta notoriedad, junto a las campañas institucionales y a propuestas formativas de centros privados.
En algunas cabeceras que utilizan internet para su difusión, la publicidad en forma de banners que se expanden y tapan al completo la pantalla, ventanas emergentes y otros formatos se presentaba con tanta agresividad que me impedía visualizar los contenidos a los que trataba de acceder, por lo que no me quedó más remedio que poner en mi ordenador un bloqueador de anuncios, porque me sentía acosado, y ahora sólo entro en aquellas que me permiten hacerlo sin anuncios o con aquellos de tamaño moderado que pasan el filtro instalado.
Por lo que he podido ver en los medios digitales, los principales anunciantes son los mismos que resisten en la televisión con el añadido de los comercios y servicios electrónicos, por lo que puede decirse que parten con cierta ventaja competitiva respecto a los canales de televisión, ya que en términos de audiencia se encuentran prácticamente a la par, según el último Estudio General de Medios (EGM).
Donde también estoy encontrando más publicidad que nunca es en la red social Facebook, que debe haber cambiado el algoritmo o éste me encuentra especialmente apetecible desde el punto de vista comercial, porque me cuesta que me entren las historias de buena parte de mis amigos (será que los está marginando e igual a ellos les pasa lo mismo conmigo) pero me resulta fácil ver mucha publicidad según voy avanzando en la página.
En esta red social me he encontrado anuncios de todo tipo que no he visto en otros lugares, aunque reconozco que no soy adicto a la teletienda: Banderas españolas con la frase Sánchez dimisión para colgar en balcones por sólo 19,95 euros gastos de envío incluidos; aviones hinchables que parecen de verdad y con envergaduras de hasta tres metros por un puñado de dólares; entradas para conciertos virtuales a los que se puede asistir en pijama, un aparato que permite proyectar la pantalla del móvil sobre cualquier suelo, pared o techo; un cortador de vidrio para reciclar las botellas y convertirlas en vasos, lámparas y otros utensilios domésticos; luces adhesivas con sensores de movimiento para los hogares; una nueva forma de hervir los huevos duros sin cáscara y con posibilidad de añadirles otros ingredientes; diferentes propuestas formativas a distancia; recomendaciones de organizaciones empresariales para adaptar los negocios a los requerimientos de la pandemia; un nuevo navegador más rápido para internet que bloquea o retarda la aparición de anuncios; una suscripción exenta de anuncios a una plataforma de contenidos audiovisuales y, para no aburrirles más, una aplicación para teléfonos móviles que se presenta con el siguiente mensaje: “Sabemos que no confías en la publicidad y tienes muchas razones para no hacerlo… pero las reglas son para romperlas” y luego, bajo el anuncio en formato video añade emoticonos de peligro y un nuevo mensaje: “Advertencia. Esta aplicación puede ser altamente adictiva”.
¿Y qué saco en conclusión de todo esto? Que hay quien no sólo está haciendo un buen negocio con el drama social del coronavirus a través de internet, sino que aprovecha su privilegiada posición competitiva para tratar de dejar sin ingresos ni recursos a sus competidores y monopolizar tanto el mercado de la comunicación, vampirizando a los medios tradicionales, como la forma en que tenemos que comunicarnos dentro de una ‘nueva normalidad’ y que espero sea tan efímera como este devastador modelo de negocio basado en la inteligencia artificial.
De todo lo que he visto durante los últimos días en redes sociales me quedo con la siguiente frase: “Si éste es el futuro que nos espera, me quedo con las décadas de los 80 y los 90”. Lo triste de esta reflexión es que si cualquier tiempo pasado parece mejor, significa que no tenemos futuro.