
ANDRÉS JULIO FARENGA
La mera graduación no es la gran llegada, sino apenas el umbral del futuro. La temida página en blanco que espera a lo que hagamos. Y a las circunstancias frente a las cuales podremos obrar o resignarnos a esperar lo que surja o mejor, adaptarnos para continuar escribiendo en lo que será el resto de nuestros días, todo lo que todavía no hemos hecho. Apenas estamos comenzando. La licenciatura flamante coincide con este tiempo de progresos revolucionarios en la multiplicidad de soportes, redes, cadenas y variables de contacto antes inimaginables.
Con los miedos similares a los que pueden sentir todos los debutantes, sean maestros, médicos, aviadores, sacerdotes, empleados o cocineros ante la actividad que tanto enseña a partir de los aciertos y errores de cada día es, desde el presente, la lija que asentará los filos de nuestras herramientas profesionales, adaptándolas por encima de vías ahora obsoletas.
El periodista novel afila su curiosidad y su sentido de las percepciones en la búsqueda metódica de la realidad, a veces poco, mal o nada percibida por la generalidad de la gente. El licenciado ya sabe por los manuales, la teoría y la práctica, que un hecho puede suceder o no. Si no ocurre, nada. Pero si sucede, para ser noticia necesitará un testigo de los qué, los quién, los cómo, dónde, cuándo; los por qué y los para qué. Sin ese testigo, no hay noticia. Si él la cuenta, hará falta entonces un cronista. Que, en caso de no actuar, no pasa nada. Pero que, si transmite su información, la noticia puede llegar a una redacción.
La cadena continúa con el registro en las redacciones. O no. Con la publicación o no. Archivo, carpeta, cajón, cesto. ¿Publicación? Y con la consiguiente percepción por el público. O no. Si se la publica y es recibida por el público, la noticia llegó a destino. Y ya es de dominio público. En caso negativo, no habrá habido noticia.
La vocación periodística juvenil se torna ansiedad, impaciencia, angustia. Con todas las preguntas que acompañan al: -Y ahora, ¿qué…?
Acercándose al medio que él desee o el que lo acepte, el novato se encontrará en una casa que todavía no es suya. Con sus luces, sus rincones, sus historias, su gente, sus estilos. Y sus jefes. No le faltará entre sus superiores y colegas la comprensión veterana con la que ellos serán maestros y cómplices. Ampliando su repertorio infinito de recursos y facilidades por aprender a utilizar. Un paso notable de modernización en la instrucción pública es la Programación, para la iniciación juvenil en las aulas, de la formación profesional de operadores creativos.
Hoy, con los adelantos fabulosos de una tecnología comunicacional en desarrollo continuo y acelerado, las opciones de contacto no presencial y las emergencias telúricas, ambientales, meteorológicas y sanitarias han motivado una renovación, con variación revolucionaria de las formas de difusión. Así como la paloma mensajera, las señales de humo y las banderillas y luces de semáforos o el antiguo telégrafo y radiotelégrafo, el histórico teléfono por hilo y el teletipo, todos ya en museos, Internet desenvuelve día por día conexiones nuevas en red, por correo electrónico, móviles y mensajería móvil, facebook, instagram, zoom, blogs, pomemes y lo que viene, superando barreras y distancias terráqueas y extraterrestres.
Hay qué seguir bajando al campo
Pero el teletrabajo no terminará de sustituir a la bajada al campo. Como la infantería en las batallas, el reportero de calle y frente al fuego seguirá siendo imprescindible como testigo relator, ya sea fotógrafo, camarógrafo, investigador, interrogador, diestro en la descripción, maestro en el idioma, mensajero de los hechos. Sea en papel, ante micrófono, en pantalla o en auriculares, líder de opinión. Porque cada uno de nosotros es insignificante. Menos que un grano de arena. Pero si el mensaje que el periodista emite tiene al menos un perceptor que lo sigue, el emisor se convierte en docente. Es conductor. Hecho que le da honor. Y responsabilidad.
Al recién graduado le toca desarrollar, mejorar y perfeccionar a cada paso su dominio de la gramática y el diccionario: vocabulario, ortografía, conjugaciones, en la búsqueda de la expresión clara. El lenguaje fácil pero correcto. El de la palabra justa, certera, indudable e inconfundible. E inolvidable. En frases cortas. Con la elocuencia de los párrafos concretos.
Tener qué decir, decirlo y apagar. Si no sabemos qué decir, encontrar a quien nos lo diga. Interrogar al sabio atómico y explicar con sencillez la respuesta científica a una abuelita iletrada, desconcentrada y un poco sorda. Siempre con la humildad de los verdaderamente grandes. Porque la arrogancia del sabihondo alzaría un muro que amenaza nuestra comunicabilidad con los destinatarios del trabajo que hagamos.
Si nada de lo humano nos es ajeno, nos cuadra avanzar incesantemente en humanidad: humanismo, filosofía, psicología, sociología, didáctica, neurociencia, neurolingüística. Como también en matemática, geometría, física y química, geografía, historia. Y publicidad, guiones, protocolo. relaciones humanas, sociales, institucionales y públicas. Como también meteorología, estadística.
Todo cabe en los campos que queremos descubrir.
Jamás dejamos de crecer o de decrecer. Para cada investigación, el testimonio personal alcanzable y nuestros estudios previos cuentan hoy con el refuerzo de formidables archivos de información, gigantescos y actualizados como los de wiki, por ejemplo. Y convendrá bajar al llano para comprobar el entendimiento que hayamos logrado, porque el rebote en la gente nos será siempre tan útil como el espejo o el vídeo al actor. Para autocriticarnos con modestia. Y con respeto.
El colega nuevo tendrá siempre alguna inclinación vocacional innata a temas preferidos desde la infancia y la adolescencia: el deporte, las artes, la política, las policiales y judiciales, las sociales, las científicas, las tecnológicas, las literarias. Las financieras, las místicas, las humanitarias, las educativas, las culinarias. Esas preferencias podrán influir en su destino.
Y estará vivo en el oficio mientras quiera seguir creciendo. Aprendiendo, imitando, descubriendo, inventando en su creatividad, comparando para elegir lo que más conviene. Y comunicándolo. Buscar trabajo o creárselo son y serán siempre el desafío de las puertas por abrir, cada día. ¿Tendremos libertad de prensa? ¿La libertad para el medio?, ¿o también para el trabajador de prensa en su medio?
¿Elegiremos o nos elegirán para: la calle, el archivo, la crónica, una corresponsalía, una sala para acreditados permanentes, una búsqueda creativa de títulos convocantes, una página especializada que nos obligue a iniciar otros estudios?
El pasado no vuelve. Pero…
La cursada y la práctica nos han entrenado para navegar. Mantenernos a flote y trabajar a bordo, hasta jubilarnos y aún después. Pero los cursos no han sido para especialidades. Ahora optaremos -o nos tocará- navegar: en paz o en guerra, en lastre o con pasajeros, en cruceros o en mercantes, tanqueros o portacontenedores. Seremos remolcadores o fareros, capitanes o grumetes, timoneles, contramaestres, gavieros, marineros o camareros. Profesionales, si. Pero con vocación. La vocación y las circunstancias motivarán los cambios y las permanencias. Que podrían ser modificadas por el ambiente. Y por el tiempo.
Debe suponerse que vicios vergonzosos como el rumor, el bulo, la carne podrida; las mentiras, como las ofensas, las injurias y las calumnias estallarán a nuestro alrededor. Pero la verdad no se rinde ante amiguismos, nepotismos, clientelismos ni transas de falsedades.
La mejor intención de una rutina serena puede enfrentarse con condiciones cambiantes de urgencias, madrugones y trasnoches de guardia, viajes a veces inesperados e insólitos y compañías no siempre gratas. El novato alternará con líderes y pueblo, con jefes y tropas, con santos y delincuentes, con idealistas. Y próceres. Y con mercenarios y estafadores. Tendremos a la mano gente linda como para formar equipos, cooperar y además defender los intereses del gremio.
Los cambios permanentes de regímenes laborales, personales y familiares, sociales, económicos y tributarios producirán necesarios ajustes en nuestras conductas. Y con ellos, adaptaciones consecuentes. La brújula estará entre una conducta ética y un respeto supremo por la vida y la libertad de todos, empezando por nosotros mismos. En ruta de veracidad y de justicia.
El pasado no vuelve. Pero conocerlo nos prevendrá para evitar la repetición de errores propios o ajenos. El futuro es incierto. Nadie sabe cuánto le quedará por vivir. Lo concreto es el momento en que vivimos, aquí y ahora, para enhebrar nuestros proyectos en dirección a las metas inmediatas y las de plazo medio o largo, hacia el porvenir.
Ese tiempo futuro en el cual ahora ya es coprotagonista.