FERNANDO GONZÁLEZ URBANEJA / REPÚBLICA.COM
Cuadernos de Periodistas, revista trimestral, profesional, que edita la Asociación de la Prensa de Madrid ha pedido a varios colegas una reflexión sobre el futuro de RTVE. No sé lo que han enviado los colegas pero les traslado mis notas por si sirven de algo estos días que andan trasteando una alternativa al desgobierno de esa casa.
RTVE sufre demasiadas conspiraciones que buscan su punto final, unas explícitas y otras no tanto, porque entre sus defensores más entusiastas no faltan quienes empujan al abismo con la pretensión de volver a unos tiempos imposibles. Los ajustes presupuestarios y la competencia exigen de RTVE flexibilidad en la organización, innovación, realismo y audacia. Es decir dar de lado la burocracia y congelar buena parte de los dichosos “derechos adquiridos”. En RTVE atesoran habilidades y talentos (pese al desgaste de los últimos años) pero la burocracia y el inmovilismo arruinan las esperanzas.
Una RTVE que quiera sobrevivir tendrá que hacerlo con seriedad, rigor y calidad. Una empresa con financiación asegurada (luego aludiré a cuánta financiación) tiene el deber de una administración ejemplar y también de colocar la calidad como objetivo central. RTVE no tiene que pelear por el último punto de audiencia cuantitativa que permite captar unas decenas de millones de euros adicionales de publicidad; no necesita el EGM; su competición está en la respetabilidad, la calidad, que puede dar algún punto menos de share, pero varios más de influencia y credibilidad.
Pretender que TVE se hunde por perder un punto de share son ganas de enredar y de no entender nada. El liderazgo de la audiencia, del 10 al 13% de share, no significa el ser o no ser de TVE, sus objetivos están en emitir calidad, la audiencia vendrá por añadidura. El share obsesiona a quien tiene que captar publicidad y defender su bono, pero no a quienes tienen un compromiso con los contribuyentes.
RTVE tendrá que huir de los defectos que imponen las cuotas partidistas y el despilfarro. Esos son los peligros, los males a evitar, que llevan el actual modelo a la liquidación por imposible. Colocar el debate sobre TVE en cuantos minutos dedica a cada partido o como se sienten tratados sus aparatos de propaganda es decepcionante, liquida cualquier esperanza. Hay que elevar el debate, colocarlo en la búsqueda de una gestión excelente y una programación decente y responsable, de calidad; que no quiere decir intrascendente o aburrida. Se puede hacer una buena televisión pública. Para ello son necesarias, aunque no suficientes, dos condiciones:
Primera: un consejo de administración (no solo un presidente) muy competente, como manda la ley, sin cuotas, sin infiltrados, sin intereses de parte. Un consejo reducido, de 5 a 7 personas, con plena dedicación, personas competentes y respetables, con currículum, capaces de trabajar en equipo, de elegir directivos, de resistir presiones y de gestionar. Es responsabilidad de Rajoy y Rubalcaba componer ese consejo. Y que quienes acepten formarlo asuman el compromiso y se olviden de quien les nombró para servir al común.
Segunda: una financiación clara y suficiente. En ningún caso esos 1.200 millones de euros en los que lleva instalado el gasto de RTVE desde hace años; puede servir como referencia una cifra intermedia entre las que gastan las dos grandes televisiones en abierto, en torno a 600-700 millones de euros, con una transición razonable hacia esa cifra, que debe salir del Presupuesto, con o sin canon, y no de seudo-impuestos artificiosos y de dudosa legalidad aplicados a compañías privadas.
RTVE puede ser viable, está a tiempo, incluso puede ser necesaria a la vista de lo que hay; pero requiere que Rajoy, primero, y la oposición después se lo tomen en serio.