
APT
El Espacio de Periodismo y Comunicación, de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz de Tenerife (APT), fue el escenario días pasados de la presentación del libro del periodista deportivo Gregorio Dorta Martín, Sin papas en la boca, una breve memoria del ejercicio centrado en este oficio que Dorta ha desarrollado en varios medios, siempre informando puntualmente de encuentros y confrontaciones de distintas disciplinas deportivas.
Intervino el presidente de la APT, Salvador García Llanos, que exaltó la exposición de Juan Galarza, certera y ajustada, tal como se refleja en el texto adjunto que publicamos. García ponderó la dedicación del autor, a base de entusiasmo y con un alto sentido del cumplimiento de la responsabilidad.
También dedicó palabras de elogio a Galarza, “que fue un impulsor de los primeros afanes de Gregorio Dorta”, y a las razones de su cometido, “ejemplo para el periodismo de nuestros días, cuando no había circunstancias fáciles para informar y era necesario multiplicarse para que nadie se quedara sin resultados ni datos”. García, que prologó la obra, explicó que Dorta siempre fue un celoso cumplidor de aquellos cometidos que le fueron encomendados, principalmente los de la cobertura de vísperas. “Y por supuesto, los de informar en directo, no importa las limitaciones o los factores condicionantes que existieran. Eran los tiempos del romanticismo en el periodismo deportivo: cuando se acudía a los campos de fútbol, de tierra y embarrados, con el sano deber de informar, cuando ya la radio había hecho acto de presencia y se incursionaba con conexiones, flashes informativos y alguna breve narración en directo”, escribió.
Por su lado, Dorta, que ya trabaja en una nueva publicación, agradeció el apoyo que había encontrado en numerosos compañeros, tras confesar la pasión que el periodismo y la escritura le suscitaban, así como a la editorial y entidades que prestaron atención a esta iniciativa editorial.
Intervención de Juan Galarza a cuenta del nuevo libro de Gregorio Dorta
Dos razones justifican mi intervención en este acto entre colegas. Una, la consideración a cualquier invitación que me haga Salvador García Llanos, a quien tanto debo. La otra, el afecto que siento de antiguo por Gregorio Dorta Martín. Seguramente no se lo dije nunca, pero qué mejor ocasión que esta para poder hacerlo en público.
Un afecto que funde simpatía y consideración a partes iguales. Porque Goyo ha sido siempre un compañero con sello de autenticidad. Sin dobleces, de los que puedes fiarte. Predispuesto a echarte un cabo, si fuera preciso. Sencillo a más no poder, bonachón en el trato y laborioso impenitente.
Además de depararme un rato muy ameno, la lectura de este último libro suyo, Sin papas en la boca, también me ha supuesto un ejercicio evocador. Un largo paseo por el periodismo local de los últimos cuarenta años, paralelo al cincuentenario que traza el autor en el subtítulo del volumen.
La evocación tiene que ver, de manera singular, con los orígenes de ese recorrido, situado allá por la década de los 70. Instantes referidos en la obra con una entretenida serie de breverías, salpicadas de menciones y anécdotas, con personajes de una época que, pese al prolongado devenir temporal, siguen antojándose recientes.
En todo ese itinerario, Gregorio Dorta se conduce en compañía, gracias a los testimonios de más de una decena de colegas, que, además de valorar su ejercicio profesional, refuerzan esa retrospectiva de aquel periodismo deportivo con el que tan identificados nos sentimos.
Un oficio, más que una profesión, siempre sensible con las vocaciones de tantos jóvenes deseosos de contar las cosas que pasaban en un campo de fútbol, una cancha de baloncesto, un terrero de lucha o una piscina descubierta. O de hablar con los protagonistas y enjuiciar el desarrollo de cualquier actividad.
La impericia propia del advenedizo, igual que la osadía de los más atrevidos (sin miedo a caer en el ridículo), provocó más de una situación hilarante. Para muestra, algunas de las recogidas en las páginas de este trabajo, que Dorta reproduce tal cual. Sin necesidad de molestar, como buen estilista que es.
Todo ello confiere a la obra un genuino tributo a los valores de la crónica local, el periodismo de proximidad y la figura del corresponsal. Figura esta que el autor ha encarnado durante la mayor parte de su trayectoria profesional, en la radio y en la prensa, en un cometido que a los ojos del público –del lector y el oyente– termina por identificar una firma o una voz con un lugar.
Es el caso de Gregorio Dorta con el Puerto de la Cruz, igual que sus álter ego José Manuel Martín y Pedro Gómez Barreto. O como lo fueron en la proximidad geográfica de La Orotava notables como Lorenzo Sosa y Antonio Expósito. O Miguel Febles y Juan José Hernández en Los Realejos. Hasta seguir dando vuelta a la isla con más firmas y voces vinculadas a prácticamente todas sus localidades.
Esos relatores de antaño a los que también reconoció el compañero Manolo Negrín con el lanzamiento de la publicación titulada Corresponsales del Grupo XDC. Apuntes para la historia, acerca de su actividad en torno a aquella verdadera escuela de radio que tuvo por sede la Ciudad Juvenil de esta capital. La emisora que registró también las primeras crónicas de Gregorio Dorta desde el norte de la Isla.
Si quienes hoy son adiestrados para el periodismo tuvieran conocimiento de la precariedad de medios con la que trabajaban aquellos corresponsales, como poco se llevarían las manos a la cabeza. Bastaría con contarles, a modo de ejemplo, las carreras que más de uno tenía que darse al exterior de cualquier campo, en busca de un teléfono –fijo, por supuesto– desde el que dar cuenta del último gol subido al marcador.
De ello puede dar fe Gregorio Dorta. Igual que del día, bastante más reciente, que le llamaron de una agencia de noticias para recoger una crónica del Vera, su barrio natal. Quien andaba presto a escucharle, al otro lado del teléfono, le dijo que se llamaba Juan Galarza. Un tanto perplejo, el bueno de Goyo se acordó de otro Juan Galarza que había realizado ese mismo ejercicio, décadas atrás, para un diario deportivo hoy extinto. Impertérrito, siempre al pie del cañón, la tarea de Dorta como corresponsal ya había alcanzado dos generaciones.
Me queda la duda sobre la pervivencia de la especie, dentro de un universo comunicacional –o periodístico, siendo más preciso– en el que sus últimos paladines se baten en medio de la indolencia del común. La brevedad y la inmediatez descabalgan al periodismo hacia el territorio de la agonía. Lejos de solidificar su estado, con más información accesible y conductos para llegar a todos los públicos, me temo que las redes están encorsetando la longitud del mensaje hasta la extenuación.
La reducción de la demanda de los medios llamémosle tradicionales, como es el caso de los periódicos, con una evidente reducción de las pilas de cabeceras en los kioscos, cuando no la propia desaparición de estos puntos de venta, no se ve compensada con el consumo de información veraz en el campo digital.
Pareciera que la noticia y el reportaje no solo queda reducido a un titular, sino que también ve mermada la calidad y la veracidad, en medio de un océano de fakes y memes. O sea, de bulos, mentiras y banalidades. Presos de eso que llaman las tendencias, se nos quiere hacer ver que el público, por más que resulte ser una colectividad muy heterogénea, basa su demanda informativa en historias concebidas para las redes más en boga, llámense TikTok o Instagram.
Puede que sea por eso que hoy se te vea con un periódico en las manos como si tú mismo fueras una escultura del siglo pasado. Alguien obsoleto, caduco, fuera de lugar. Pero puede ser también que el desconocimiento sobre lo que pasa a nuestro alrededor, especialmente en cuanto a la actualidad más cercana, cuando no la endeblez de los criterios para debatir sobre el acontecer, guarde relación con todo esto.
De manera que, querido Goyo, reitero la gratitud por las agallas que has tenido lanzándote a esta aventura editorial, tu tercera criatura en papel.
Gracias por propiciarnos este viaje en el tiempo, a través del último siglo, solo sea como excusa para reflexionar sobre los derroteros del periodismo más cercano.
Gracias por el esfuerzo dejar impresos tantos episodios relacionados con nuestro oficio querido.
Y gracias por hacerlo con pelos y señales. Sin papas en la boca.