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Cuando no queda otra salida

El periodista Francisco J. Chavanel escribe sobre su decisión de desvincularse de la emisora 7.7 Radio, que dio a conocer en antena este viernes.

FRANCISCO J. CHAVANEL / EL ESPEJO CANARIO

1.- 7.7 radio, desvinculación, y crisis


El viernes decidí desvincularme de 7.7radio; lo hice tras una degeneración progresiva de la parte empresarial de la emisora desde el mismo momento en que ganamos el concurso de radiofrecuencias con 32 licencias, más que nadie. Hasta llegar a la tierra prometida casi todos en esa instalación efectuaron un esfuerzo extraordinario en pos de una promesa. El empresario Jaime Cortezo invirtió un millón y medio de euros, a los que hay que añadir las pérdidas ocasionadas a lo largo de cinco años de recorrido. Bajo mi punto de vista la inversión queda totalmente amortizada por la consecución de las 32 frecuencias. Otra cosa muy distinta es que no se sepa, ni sea el objetivo, cuidar un patrimonio infinito de posibilidades.
Periodísticamente logramos algo inaudito: una autopista que nos conducía por toda Canarias sin mayores esfuerzos aparentes y con un elevado reconocimiento público. De repente un medio de comunicación demostraba que se podía hablar exactamente con igual idioma en Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife, Gran Canaria, La Palma, La Gomera y El Hierro. La crisis económica no bendijo precisamente nuestros éxitos. Cortezo entró en la bruma de los desheredados de la fortuna, y a los demás se les redujo el sueldo para intentar salvar las posibilidades de futuro de la radio. En mi caso particular, un 33% a petición propia.
Era una instalación curiosa: muy profesional en lo informativo, y muy escasa en la parte puramente empresarial. Decenas de personas que pasaron por 7.7 radio pueden confirmar lo que aquí se escribe. Cortezo fue advertido por mí desde el primer día: una empresa de comunicación que no tenga un departamento de publicidad en condiciones acabará arruinándola y hará que el trabajo de los periodistas sea estéril. Nosotros no tuvimos ni un departamento bueno ni malo; sencillamente nunca tuvimos alguno. “El Espejo canario” ha generado el 80% de la publicidad del medio. Si sólo la parte empresarial hubiese cuidado este elemento esencial en salvaguarda de sus propios intereses, garantizando la entrada de únicamente diez mil euros mensuales, 7.7 radio hoy estaría libre de cualquier problema financiero.

2.- Aparentemente solventes


Tengo la plena seguridad de que 7.7 radio ganó el concurso con plena legitimidad. En ese aspecto se trabajó mejor que nadie y con mayor precisión que nadie; pero también adquiriendo más compromisos que nadie. Cuando la mesa de contratación hace públicos los resultados cree firmemente que Canarias Difusión SL, madre de la emisora, es una empresa plenamente solvente; que su solvencia está acreditada por el esfuerzo inversor realizado, y también por los éxitos periodísticos cosechados -que dan una idea del rigor y de la fortaleza de un medio atractivo, regional, y potente- , y porque en él se encuentran personas muy conocidas del universo de la comunicación y porque ese universo está plagado a su vez por prestigiosas personalidades que no ofrecen duda alguna a la hora de afrontar los retos del futuro. El único que no es consciente de todo esto, para desgracia de la comunidad, es el propio empresario de referencia que, probablemente, condicionado por la crisis del sector inmobiliario empieza a confundir un proyecto de cohesión archipielágica con una pieza de hormigón.

En los inicios del otoño pasado el empresario desaparece. Se introduce en su torre de cristal y parece no querer saber nada de la vida de la emisora. Aunque ese hecho ya había ocurrido con anterioridad, y en alguna temporada me vi obligado a llegar acuerdos con empresarios para que pudieran pagarse las nóminas de los trabajadores, nunca había sucedido de una forma tan prolongada e irracional como en aquel instante. Estábamos en noviembre de 2011, con el concurso a punto de fallarse, con las navidades tocando a las puertas, y sin los diez mil euros mensuales que precisábamos para pagar los sueldos y continuar hasta la meta. Desde ese mes hasta casi ayer mismo hubo que volver a pedir dinero a amigos y a otros maravillosos cómplices, en acciones extraordinarias que nunca merecieron ni el menor gesto de agradecimiento por parte de una empresa que mostraba sus malas costuras por todos lados.

Juro que viví humillaciones sin reparo y vejaciones imposibles de entender. Sentí la impotencia, el crujir de un bonito sueño que se rompe, la inevitabilidad de la derrota. Todo lo soporté como pude llevado por el único propósito de alcanzar la orilla de la adjudicación final del concurso, y con la ilusión de que esa nueva situación actuara como una especie de impulso que mejorara comportamientos absolutamente atípicos en el mundo de la comunicación.

Una vez más me equivoqué. El concurso lanzó al empresario por la rampa de la oscuridad. Lejos de intentar desarrollar los compromisos adquiridos, intentó en varias ocasiones vender las licencias por cantidades próximas a los diez millones de euros. Lo hizo con empresarios locales y con empresarios de la Península. En todos los casos fracasó porque un negocio no vale lo que uno cree que vale: vale lo que los demás puedan pagar. Y en ese caso concreto crujía un elemento clave: Cortezo no disponía de liquidez.

Muchos de ellos razonaron un sentido lógico de las cosas: te ayudamos a desarrollar el concurso, tú nos permites entrar en el accionariado de una forma visible, apostamos por esta empresa para que sea la mejor de Canarias en el plano radiofónico, y luego, dentro de unos años, hablaremos. (Aclaro: el concurso exige que la empresa de referencia tenga el 51% de las acciones durante quince a&n
tilde;os; todos los movimientos accionariales deben efectuarse con esa premisa y comunicándolo previamente al Gobierno).

Por mi parte tenía un problema. Soy accionista con un 10%. Cualquier operación ilegal que se efectuase me colocaba en una posición indigerible que no estaba dispuesto a tolerar. A Cortezo le expliqué los límites en los que podía moverse en comida con abogado presente. Le expliqué exactamente hasta dónde podía llegar, después de que el gobierno fuese informado por mí. En ese momento se comprometió a respetar las normas, cosa que fue estrictamente cierta durante la semana siguiente. Nada más. Hasta ahí llegó su alma volandera.

3.- El Gobierno nos quiso dignos pero éramos material imperfecto


No voy a ser explícito con otras operaciones en marcha, ni con otras conversaciones encaminadas para que el empresario de referencia recuperara su dinero de forma casi automática. Todo se vino con estrépito al suelo cuando la Fiscalía Anticorrupción inició una investigación vía penal siguiendo la denuncia del periódico El Día. Entró el pánico y todos los castillos dibujados en el aire se disiparon. Hasta que en el escenario quedó la verdad desnuda: 7.7 radio no estaba en condiciones de desarrollar el concurso. Sin alternativas, engañado, sin mi dinero, me fui. No tenía salida y esto también lo saben numerosísimas personas de la sociedad canaria.
Espero que este artículo sea tomado como lo que es: un deseo, el último, de que retorne el sentido común a una empresa a la que le he entregado lo mejor de mí mismo, al igual que la mayoría de mis compañeros y de mi equipo. Ojalá que retorne el compromiso, la profesionalidad, el respeto que nos debemos a nosotros mismos y a los demás. Pese a tanto cúmulo de errores, todavía se está a tiempo de cumplir lo pactado; todavía puede desarrollarse el concurso, y todavía se puede efectuar un buen negocio y ganar mucho dinero si se tiene paciencia y si se confía en sembrar hoy para recoger mañana. Este país se ha convertido en una porquería gracias a los amantes de los pelotazos. A los periodistas nos faltan empresarios que entiendan el ramo, que sean conscientes de los riesgos que asumen, de los compromisos que adquieren ante la sociedad, y del papel de alta responsabilidad que juegan.

Tengo enormes defectos, algunos imperdonables. Estoy tan lleno de defectos como de anhelos. Soy todo lo que dicen que soy y viceversa. Pero creo que a estas alturas del campeonato nadie pueda acusarme de que no sé hacer mi trabajo y de cómo defenderlo durante jornadas laborales interminables. En esta aventura puedo asumir todos los errores menos uno: lo único que realmente ha funcionado ha sido lo periodístico; y lo único económico que realmente ha funcionado ha sido la parcela periodística. Es una vergüenza pero es la verdad.

En esta hora siento que una ola de injusticia se ha levantado contra este gobierno. Ha sido el único en veinte años que ha intentando darnos una dignidad a los profesionales de la radio. Me consta que han efectuado una labor estricta y reglamentaria en la convocatoria y en la adjudicación. Y me consta también que los denunciantes han realizado un concurso de pena. No tienen nada que temer porque han obrado siguiendo de forma rigurosa la ley en un concurso carente prácticamente de subjetividad en la puntuación. Lo que ha sucedido en 7.7radio no se lo merecían ni ellos ni los oyentes ni la comunidad canaria. Entre sus ejemplares propósitos y los méritos de los profesionales presentados al concurso se han colocado los especuladores, con lo que unas cuantas dignidades estaban secuestradas de antemano. De verdad que lo siento.


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