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El viaje alrededor de los Mundiales de Inocencio Arias

Carmelo Rivero dialogó con el exdiplomático y escritor en el Espacio Cultural CajaCanarias, donde presentó su libro "Mis Mundiales".

CARMELO RIVERO

Inocencio Arias presentó su libro ‘Mis Mundiales’ en el Espacio Cultural CajaCanarias (Plaza & Janés, primera edición abril 2014), en Santa Cruz de Tenerife, arropado por un público entusiasmado con su ‘viaje alrededor de los Mundiales’.


Entre los asistentes figuraban el entrenador del CD Tenerife (Álvaro Cervera); el exfutbolista Pier, uno de los ‘culpables’ del ‘infierno’ tinerfeño del Real Madrid (el club de los amores de Arias), que arruinó dos ligas en sendas visitas al Heliodoro Rodríguez López, en el último soplo de la competición, en la década de los 90;Gerardo González Movilla, expresidente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE); otros componentes de la familia futbolística tinerfeñista y amigos y seguidores del autor, cuya dilatada trayectoria abarca las facetas de exdiplomático (embajador de España en la ONU y portavoz de Exteriores de tres gobiernos diferentes), escritor, tertuliano, columnista y bloguero, fubolero y hasta actor.


El auditorio contaba, asimismo, con la presencia del eurodiputado Manuel Medina; el periodista ‘decano’ Eliseo izquierdo; prestigiosos profesionales de la medicina, como los doctores Barajas de Prat (expresidente de la Sociedad Internacional de Audiología), o Germán Delgado Sánchez (presidente de la federación Nacional de Médicos Peruanos de España) y de representantes del mundo empresarial, como el expresidente regional de ASINCA Benicio Alonso.


Otros periodistas, escritores y profesionales de diversos ámbitos escuchaban, a su vez, a este mediático comunicador en una semana genuinamente futbolística (el sábado, final española de la Champions en Lisboa), y en vísperas del Mundial de Brasil (del 12 de junio al 13 de julio) en que la actual campeona, la selección española, ‘pone en juego’ su título.


Una vida de testigo y forofo


En ese marco, Inocencio Arias desgranó su vida de forofo y testigo de su tiempo, como hace en el libro que subtitula ‘Del gol de Zarra al triunfo de la Roja’. En la presentación, y antes del coloquio, traté de ‘poner en valor’ (si se me excusa el recurso manido) la vertiente literaria del autor, que, a mi juicio, ha escritoun hermoso libro de memorias contemporáneas, con pluma ágil y culta, usando el hilo conductor del fútbol (y los Mundiales, sobre todo los que ha vivido personalmente), como una coartada perfecta. Valdano dice que el fútbol se parece mucho a la vida, la retrata con sus luces y sombras, y aquí Inocencio Arias demuestra que la vida se parece mucho al fútbol, con sus cuitas y sortilegios.


“El gol de Puyol en semifinales del Mundial de Sudáfrica en 1910 lo lloré quizá con más lágrimas que el de Zarra a Inglaterra en 1950”, comenzó diciendo para romper el fuego. Arias reconoció su falta de fe hace cuatro años en el milagro español, y por distintas razones (tenía, entre otras, una cita con el médico), regresó a España antes del último partido frente a Holanda, pese a haber presenciado un puñado de ellos con el ánimo jubiloso. “España era en Sudáfrica el Brasil de los 70 y 80 y en todas partes había banderas españolas”. Pero el exdiplomático que sorteó situaciones espinosas siempre con cintura admitió que hasta el último momento temió que “se repitiera la hecatombe habitual”. Aquellos días en el feudo gigantesco de Mandela vio una cosa clara: “la marca España se resume en la selección.” Con esa camiseta se sintió henchido como nunca quien “como diplomático había tenido la función de defender los intereses de España”.


La broma del Rey


El Rey un día le gastó una broma, mientras repartía credenciales entre embajadores, siendo él secretario de Estado. “¡Chendo!”, le preguntó entre embajador y embajador, “¿crees que debo ir al Mundial de Italia a apoyar a España?”, y Arias le respondió sin dudarlo que cómo no, estaría bueno. “Te voy a llevar conmigo”, le prometió, dejándole el caramelo en la boca. Poco después, en un acto en la Escuela Diplomática, el monarca lo abordó cabizbajo: “Esto se ha ido al cuerno. Los militares me han puesto tarea y no podré ir, lástima”. Dio media vuelta y subió la escaleras. Pero Inocencio Arias tuvo reflejos: “Señor, ¿usted se está quedando conmigo?” Y la carcajada del Rey confirmó sus sospechas. Fueron al Mundial, pero no regresaron con ninguna alegría bajo el brazo sobre el papel de España. Era lo acostumbrado en los Mundiales: volver con el rabo entre las piernas.

Arias ha vivido con la pesadilla de la maldición de cuartos de final. Lo cuenta en el libro, y la compara con su particular mal fario en los exámenes de acceso a la Escuela Diplomática, hasta que rompió el mal agüero en su profesión y la España de Luis Aragonés y Vicente del Bosque le dio la vuelta a la tortilla de una historia de desgracias de más de medio siglo.


El autor, madridista hasta la médula, que llegó a ser director general de la Casa Blanca, confesó su pudor ante el partido de Lisboa de este sábado. No ha conseguido entrada para la final de la Champions y “no me he atrevido a pedírsela al club, porque si no me la da, me llevo un disgusto”. Un día, debatiendo con Ernest Lluch (blaugrana que en paz descanse, víctima de un atentado de ETA), Arias se llevaba mejor preparada la lección clave de l
os pleitos entre merengues y culés: el fichaje de Di Stéfano. Lluch sostuvo que el Madrid le usurpó el astro argentino al Barça, que lo había fichado. Pero Arias le respondió que los blaugranas no tenían todos los derechos (solo los del River Plate), el Madrid se hizo con los del club propietario del jugador el año de su traspaso, el Millonarios de Bogotá, y gozaba, por tanto, de una opción innegable, si bien el desenlace de aquella disputa se resolvió de un modo destemplado entre los dos clubes históricamente enfrentados.


La gesta atlética


La actual Liga en poder del Atlético de Madrid es, a su juicio, una digna heroicidad contra el péndulo de los presupuestos de los dos grandes equipos de España. Le dije que Simeone había roto el ‘bipartidismo’ en el fútbol, y asintió, pero no auguró mucho porvenir a la tesis de la ‘tercera vía’ en el campeonato español. “Son 100 y pico millones contra más de 500, y me temo que el poder del dinero se impondrá”. Tampoco cree que Del Bosque renunciará al ‘tiki taka’ por el fútbol viril del argentino campeón de liga. Vaticinó que “Casillas puede tener las semanas contadas en el Madrid, porque va cumpliendo años y querrá ser titular a toda costa en el Manchester, el Bayern o donde se lo garanticen”. España en Sudáfrica no está descartada, pero tiene dos hándicaps, a su juicio: “Poco gol (si no lo remedia Diego Costa) y más edad (Xavi y Xabi, salvo que la enmienda Koke).


Las historias de fútbol son siempre extremas, se dilucidan dentro de un vaso que se puede desbordar en cualquier momento. El Salvador y Honduras combatieron durante cuatro días, con cinco mil muertos, en lo que el periodista polaco Ryszard Kapuscinski bautizó como ‘La guerra del fútbol’ (1969). “Hasta el otro día hemos visto que un encuentro Egipto-Argelia pudo tener graves consecuencias”, y recordó al sádico Uday (hijo de Sadam Husein), que daba cintarazos con vara a los jugadores en la planta de los pies cuando perdían, o al hijo de Gadafi, Saadi, otro prepotente, y a Gamal, descendiente de Mubarak, que amenazó a la citada Argelia de “pagar caro” el hecho de haber vencido a su país.


Franco no utilizó el fútbol, y el éxito europeo del Madrid, hasta que se convenció de que era una espléndida tarjeta de visita en el mundo, asegura este biógrafo de losw Mundiales. Arias asegura haber investigado en los archivos de Exteriores lo suficiente para desmontar la leyenda de que el Madrid fue el ‘equipo del Régimen’. “Una memez”, dijo.


Cuando la célebre crisis de los misiles, Fidel, a la chita callando, hizo acopio del armamento soviético mediante transportes camuflados por mar entre cargamentos de maderas. Pero un día, los avispados aviadores de EE.UU. fotografiaron desde el aire unos extraños rectángulos con porterías, que parecían campos de fútbol en una isla que no practicaba ese deporte. Por ahí descubrieron que, en realidad, era los rusos los que jugaban a la pelota en los ratos libres tras montar las cabezas nucleares en las rampas de lanzamiento distribuidas por la isla. Los misiles fueron retirados, tras destaparse el pastel, por un acuerdo secreto entre Kennedy y Nikita Kruschef para evitar una guerra nuclear. Fidel soltaba fuego por la boca y los cubanos se manifestaron coreando: “¡Nikita, Nikita, lo que se da no se quita!” El fútbol fue la pista decisiva en medio de la mayor amenaza del siglo XX para la seguridad internacional.


“Ahora bien, cada vez que hay un partido entre el Madrid y el Barça, cruzo los dedos para que no suceda nada grave, porque a la mínima se arma, de un lado o del otro”, comentó el orador entre sarcástico y serio.


“En España ha habido pocos amaños”, respondió a la consabida leyenda negra, “pero en los Mundiales los árbitros, en ocasiones, han recibido instrucciones para barrer para casa, como nos pasó en Corea”.


El terrorismo, los atentados no están ausentes del ámbito de las zozobras de las grandes competiciones de fútbol. “En el 82, en nuestro Mundial, un comando de buceadores planeó atentar, pero fue desarticulado a tiempo. En el Mundial de Alemania del 74 había esa inquietud porque venían del secuestro con víctimas mortales de los atletas israelíes en Munich. En el Mundial de Francia, en 1998, los terroristas iban a entrar en el campo durante un Inglaterra-Túnbez a disparar a bocajarro.”


Inocencio Arias se hizo madridista porque se le apareció Di Stéfano. Fue durante un Hércules-Real Madrid, y él iba con el Hércules, pero los blancos lo deslumbraron y “me pasó como a San Pablo, ante la luz celestial, me caí del caballo y me postré decidido a no vivir en otra fe que aquella”. Luego ha podido admirar el juego de Guardiola con el Barça, y las evoluciones de Xavi o Messi (“mejor jugador que Ronaldo hasta esta temporada, porque era más desequilibrante y el portugués más egoísta”), pero reconoce que ya era tarde para cambiar de credo.


La corona de Di Stéfano


Di Stéfano ha sido el más grande, “porque Maradona fue muy bueno pero menos tiempos, en cambio él lo fue durante muchísimo tiempo”. Y añadió: “Solo cabe esperar a ver qué es de Messi en el futuro; esta temporada se ha opacado”. Ronaldo ha mejorado mucho, “es más solidario ahora”.


Las dos ligas que el Tenerife frustró al Madrid (en el último partido de la temporada 91-92 y 92-93) y regaló al Barcelona,
en el Rodríguez López, le dolieron en el alma. Presenció una de ellas. Quedó con el técnico del Tenerife, tomaron algo, y el argentino tuvo que ausentarse. Cuando Inocencio Arias fue a pagar, el camarero le dijo que ya lo había hecho Valdano, pero que le había dejado un recado: “Esta será tu única satisfacción hoy”. “Fue muy duro”, admitió delante de Pier (autor del 3-2 del primer duelo), “el Tenerife de Valdano hizo muy buen planteamiento y el Madrid fue el ‘mamón’ y le costó la Liga”.


“Santiago Bernabéu no era franquista”, respondió a una pregunta. “Era autoritario, entendía mucho de fútbol, iba por libre y lamentó toda la vida su enfado con Di Stéfano”. El canario Luis Molowny “trajo calma al Madrid y era muy querido”.


¿Cómo son los españoles? Incapaces de disfrutar de sus éxitos. A los pocos años de ganar el Mundial, ya se había desinflado la pasión. “El traje estaba deshilachado.” En otros países habrían vivido eternamente de esa gesta. “Pero España es el país menos patriota del mundo. Enarbolas la bandera constitucional y te llaman fascista”. Polícamente –hablaba el exdiplomático jubilado-, España juega en Primera División en el tablero internacional, pero no en la Champions, como EE.UU, Alemania, China, Rusia, Japón y poco más”. En el exterior, los inversores “tienen más confianza en cómo España se recupera que nosotros mismos”.


Aznar, “sin el carisma de Felipe González”, era respetado fuera “por dos cosas: daba dentelladas defendiendo los intereses de España y tenía palabra, y eso vale dinero”. ¿El Rey? “Es un hecho que ha caído parte de su prestigio: el elefante, el yerno… Pero en el exterior no ha caído.”


Zidane perdió la cabeza


¿Y el cabezazo de Zidane”, pregunté, en el filo del mismo tema –el prestigio- regresando al fútbol. “Materazzi le dijo una barbaridad: que su madre era una puta terrorista, y Zidane no se contuvo”. Pero Arias no ha tenido oportunidad de preguntárselo directamente al jugador. “Antes, no se si aún, era muy tímido y reservado cuando hablabas con él”.


Los contratos millonarios de los futbolistas suscitan controversia. “Pero la culpa es nuestra de los aficionados, que pagamos las entradas y compramos las camisetas, y esto es un gran negocio. Ahora la gente va a enloquecer de nuevo con el Mundial.” Y citó lo que cobran los actores y actrices de cine, los cantantes. “Las cifras del fútbol me parecen un disparate, pero la culpa la tengo yo, que soy aficionado al Real Madrid y también compro camisetitas”.


Y no piensa desprenderse de la pajarita, “porque no me lo permitirían mis fans”. Cuando lo hace, le dicen por la calle que se parece a Inocencio Arias, y su secretaria le preguntó extrañada, una vez que, por un motivo de urgencia, se presentó en el despacho sin el complemento, si le pasaba algo.


No supo responder a una pregunta del público, y no lo disimuló. “¿Por qué el Papa Francisco ha decidido viajar con pasaporte argentino y no del Vaticano, siendo su Jefe de Estado?” Arias, diplomático que se las sabe todas, acertó a decir: “No lo sé, y es un tema interesante que preguntaré, pero el papa es un señor que me cae muy bien”.


En el Madrid, como director general, vivió más días de cinismo que todos los años de diplomático. Mendoza, su presidente, no le dejó una huella agradable. En cambio, Florentino Pérez le parece “un presidente empresarial con buenas ideas sobre el futuro del club, con una ventaja sobre el presidente que yo tuve: él tiene solvencia, el mío no la tenía”.


Pelé y el sexo


Comenté lo que me dijo Pelé (que luego promocionaría la viagra) sobre el sexo en el fútbol, uno de los apartados del libro que presentábamos. “En las concentraciones soy partidario de que los futbolistas tengan sexo dentro de un orden con sus parejas, resulta beneficio para el rendimiento en el campo”, me dijo Pelé en 1981. Inocencio Arias aporta mucha información sobre el espinoso asunto. “Hay teorías para todos los gustos, y hasta entrenadores que lo aconsejan en una fase del campeonato y en otra no, a saber por qué ocultas razones.”


La retirada de los futbolistas suele ser traumática. Según la obra de Arias: un estudio de la Premier League establece que “uno de cada tres jugadores se separa en la temporada siguiente a su marcha, y el 20% está arruinado a poco de que ello suceda”. Citó el caso paradigmático de Julio Alberto.


Este es un juego que gana adeptos, que se expande en Asia y en todos los rincones del planeta en las piernas de los niños y niñas que se divierten con un balón como lo más natural del mundo. Un deporte imparable, al que la izquierda tildó de opio del pueblo de un modo erróneo y exagerado. “Ni a Videla le sirvió el Mundial de Argentina del 78, poco después cayó, y donde más se consume fútbol es en Noruega, el país más futbolero del mundo, que goza de una asentada democracia.”


No dejé pasar la ocasión de preguntarle a est
e testigo de la historia por una ‘verdad incómoda’: le pregunté si el día del 11-M tuvo que tragarse algún sapo en su condición de embajador en la ONU. “Yo, personalmente no, pero me lo habría tragado igual. El atentado se produjo mientras yo volaba a Viena a presidir, precisamente, una reunión del comité mundial contra el terrorismo, y ante la sospecha de las primeras horas de que había sido ETA, mis colaboradores se emplearon a fondo para que el Consejo de Seguridad aprobara un comunicado de condena del acto que se suponía obra de los etarras. Cuando volví a Nueva York, y una vez conocida la autoría, pedí disculpas a mis colegas. Si no tienes el 105% de certeza, no debes embarcar al órgano más importante de la ONU en una condena semejante. Metimos la pata”.


Algo muy propio del fútbol, que en la vida juega malas pasadas. Pero al escuchar a Inocencio Arias explicar hasta un desliz de esa naturaleza, no solo extingue cualquier duda sobre su honestidad personal y profesional, sino que le añade valores cada vez menos frecuentes en la vida y en la política: saber rectificar y hacerlo con altura. Todos sus libros cumplen esa máxima: ‘La trastienda de la diplomacia’, ‘Los presidentes y la diplomacia’, ‘Confesiones de un diplomático’…. y ‘Mis Mundiales’. Altura de miras y simpatía a raudales. Una velada que se agradece como un partido con goles.

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