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El espectador empedernido

141102 Salvador García libro Evaristo Fuentes
Presentación del libro de Evaristo Fuentes (derecha), a cargo del periodista Salvador García Llanos y del alcalde orotavense, Francisco Linares. FOTO: CRÓNICAS DEL NORTE

SALVADOR GARCÍA LLANOS

Alguien podrá pensar que meter o condensar sesenta años de historias en cuatrocientas treinta y seis páginas es, cuando menos, una osadía. Pero no: cuando en la introducción se descubre el propósito del autor y cuando se va desgranando la lectura de los ocho capítulos en ordenadas secuencias de décadas, es fácil colegir la intención de aportar una visión de la vida, de la realidad y de la propia personalidad con el afán de quien ha contemplado lo que ha acontecido sin indiferencia.

Han sido muchos años, en efecto, de Espectador privilegiado, pero no porque el adjetivo responda a posiciones físicas excepcionales o sobresalientes -el sustantivo es el seudónimo con el que ha escrito centenares de entradas- sino porque su interpretación de los hechos y los personajes ha propiciado un registro original que fue labrándose con cierta vocación de perdurabilidad.

Y así, “a partir de una extensa toma de datos entresacados en su mayoría de diarios personales y de recortes de prensa a lo largo y ancho de seis décadas”, las que van desde 1950 a 2010, por lo tanto con un cruce de siglos, Evaristo Fuentes construye una narración que, como él mismo señala, tiene mucho de miscelánea, aceptada ésta como una obra o escrito en que se tratan muchas materias mezcladas e inconexas.

Aquí hay una cualidad destacada: la constancia, ese afán de recortar, coleccionar, anotar sobre publicaciones; y de emitir opinión sobre algo que presenció en primera persona, ya fuera en el lugar de los hechos o en la conexión mediática. El autor ha ido apuntando lo que se le ocurría y ahora desvela; en algunos casos, ha ido publicando sus impresiones en la prensa diaria que ahora sistematiza con criterios bastante sencillos. La selección de asuntos es también un ejercicio meritorio. Recoge pues los frutos de un tesón respetable y los reúne en un volumen que es su vida misma, la que cultivó fijándose en todo, como para que nada humano le fuera ajeno, como aquella frase de Publio Terencio, una cita que ha quedado para la posteridad como una justificación de lo que ha de ser el comportamiento humano.

La lectura de las páginas de esta cronología comentada de noticias (Sesenta años de historias) refrescará avatares y permitirá traslucir pensamientos que al autor no quiso que durmieran el sueño de los justos. Lo escribimos en el prólogo: Evaristo Fuentes ha sido un Espectador dinámico y sensitivo, alguien que ha contemplado y seguido los hechos o los acontecimientos sin indiferencia. Los contenidos de su libro son sus pulsaciones mismas, “escritas -la inmensa mayoría- sin dejar correr la pluma, porque la contemplación activa debe inspirar siempre una reflexión”.

Lo que tienen estas obras retrospectivas es que los lectores, además de refrescar la memoria, van descubriendo o evocando. Por ejemplo, los tratamientos periodísticos de una época. O los perfiles de los personajes que fueron noticia.

¿Qué le sugirieron a Evaristo Fuentes? La respuesta está en las páginas de sus historias, en la fértil memoria de la que hace gala, en su experiencia sensorial visual, desnudada cuando toca escribir de su gran pasión, el cine; o cuando transcribe en tercera persona la otra cara del fenómeno turístico. La política, la docencia, los intríngulis de las infraestructuras, la religión, sucesos y deportes, como si de secciones de un imaginario diario se tratase, van sucediéndose con el ánimo paciente de espectador empedernido de todas esas materias.

La vida, la memoria, las apreciaciones y las reflexiones se funden en esta obra que discurre en insospechados paisajes (“un gráfico de círculos concéntricos”, escribe Fuentes), donde se adivina un dionisíaco afán por plasmar ideas y sensaciones que va entrelazando con soltura hasta convertirlo en un ejercicio de divertimento.

Las páginas de Sesenta años de historias no son volanderas. Entrañan la perseverancia de quien supo guardar o conservar para luego disponer de una privilegiada perspectiva desde la que ha proporcionado la necesaria consistencia con la que conocer y entender mejor seis décadas de nuestro tiempo.

El Espectador Evaristo Fuentes, en fin, puede sentirse satisfecho. Su libro servirá hasta de consulta pues se trata de una aportación bibliográfica que llena huecos historicistas. Es su notable valor.

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