
MANUEL NEGRÍN
Bajo el título Cómo la prensa nos cuenta la crisis, Lara Carrascosa, periodista y doctora en Ciencias de la Información, acaba de presentar su primer libro, en el que recoge el grueso de su tesis doctoral. Publicado por Ediciones Densura, se trata de un volumen con 396 páginas, en las que se refleja el duro golpe que, a partir de mediados de 2007, la actual crisis económica asestó a la prensa canaria, así como las crecientes dificultades con las que ésta ha intentado cumplir, desde entonces hasta acá, con sus responsabilidades sociales.
¿Qué te impulsó a abordar el tema de la crisis como motivo de investigación?
Una profunda preocupación por los devastadores efectos de la crisis económica. A mí alrededor mi familia y mis amigos se estaban quedando en paro, con pocas probabilidades de emplearse y tuve la certeza de que no lo estábamos haciendo bien, de que las informaciones estaban demasiado politizadas y de que no estábamos haciendo lo suficiente para explicar y contextualizar todo lo que estaba ocurriendo en nuestras islas. Partimos de que el periodismo está al servicio de la sociedad, de las personas, y que se debe a ellas, pero esto no es así en todos los casos.
¿Quiénes, y en qué medida, forman o han formado parte de la crisis, y más concretamente en Canarias que es el campo abordado en el libro?
En mi libro se identifican diferentes colectivos que han sido víctimas de la crisis económica. Los primeros han sido los inmigrantes. El motivo es que son personas sin arraigo, que carecen de la red familiar que suele ayudar cuando una familia se queda en paro. Durante este periodo (de 2007 a 2009) se retratan casos muy dramáticos, como el de unos chilenos que fueron engañados para venir a Gran Canaria a trabajar y luego el sueldo era mucho más bajo o un barco de filipinos que se había quedado sin posibilidad de regresar a su hogar al quebrar la consignataria en Tenerife. Las mujeres, los discapacitados o las personas con enfermedad fueron otras de las víctimas. Todos ellos son colectivos de por sí sensibles a la exclusión social que en los inicios de la crisis fueron los primeros excluidos del mundo laboral.
Como periodista ¿cómo piensas que se crea y se alimenta una crisis?
Esta crisis se gestó en forma de burbuja inmobiliaria. El estallido vino a hacer temblar los cimientos de una sociedad que se había asentado sobre el ladrillo, en lugar de sobre el conocimiento o la investigación. Mi opinión personal es que las crisis se alimentan de las desigualdades sociales y de mantener a amplias capas de la sociedad atrapadas en préstamos u oprimidas y explotadas con el miedo al desempleo.
¿Dónde comienza en el libro la parte investigadora y dónde la informativa?
El libro en sí es una investigación, mi tesis doctoral, pero también es informativo. Primero, porque como periodista casi todo lo que sale de mis manos, tiende a ser informativo. Esto se traduce también en el estilo: frases cortas y sencillas, claridad de exposición, odio a la redundancia o a estirar los argumentos… La información es la materia que se investiga por lo que está, por así decirlo, en todas partes.
¿Piensas en que la credibilidad de los periodistas está en riesgo por culpa también de la crisis?
Sí. Y es una pena. Conozco más periodistas honestos que deshonestos, pero como siempre en estos casos parece que los segundos son más que los primeros. La mayoría de los periodistas que conozco se preocupa sinceramente por lo que le está pasando a la gente, sufre cuando cubre una noticia de un desahucio, quiere ayudar a los que se ponen en sus manos por encima de todo. Los conozco, incluso, que se han rascado el bolsillo conmovidos por alguna historia de desempleo y falta de recursos. Sin embargo, muchas personas nos meten en el mismo saco que los políticos corruptos y dicen, no sin razón en muchos casos, que estamos al servicio del poder.
¿Por qué los periodistas deberíamos leer tu libro y sacar conclusiones?
Mi investigación es una declaración de amor al periodismo. Cualquier compañero que adore como yo la profesión debería, al menos, hojear mi libro. Esto no lo digo porque sea mío. Lo digo porque en él se reflexiona sobre la profesión, se ponen ejemplos claros de lo que se ha hecho mal e, incluso, en una prolija introducción, se recuerda para qué estamos los periodistas, cuáles son las funciones de nuestra profesión. La crítica no es mala, la crítica es constructiva y puede ayudarnos a mejorar. A mí, escribir este libro me ha servido para mejorar, para tomar perspectiva y para recordarme que aún queda mucho que hacer, día a día. Nuestro trabajo siempre está construcción y los retos cambian con cada nueva información.