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Amargura para el periodismo

Salvador García Llanos lamenta el asesinato en directo de dos profesionales de una TV de Virgina y el incidente del candidato Donald Trump con Jorge Ramos.
Jorge Ramos y Donald Trump
Jorge Ramos y Donald Trump. FOTO: INFOBAE / REUTERS

SALVADOR GARCÍA LLANOS

Hay días amargos para el periodismo. Y cuando las imágenes ponen al desnudo la maldad y la sinrazón, la sensación es peor que la indefensión presupuesta. No somos nadie, se dirá. Y menos, cuando los resultados se llevan por delante la vida o limitan el trabajo del profesional y privan de la libertad de información.

Ocurrieron los hechos el mismo día o con escasas horas de diferencia. En un pueblo de Virginia, en la costa este de Estados Unidos, una persona disparó contra una periodista y un camarógrafo que entrevistaban a la dirigente de la Cámara de Comercio, interrumpiendo la emisión en directo de una televisión local. Los profesionales murieron en el acto. Eso sí que fue un riguroso directo. La sorpresa de la locutora en los estudios traspasaba el asombro. La mujer que era entrevistada resultó herida. El agresor, tras preparar una larga explicación convenientemente divulgada por él mismo en redes sociales -otra vez las redes para finalidades espurias-, terminó suicidándose horas después.

A propósito: si partimos de la premisa de que la muerte de un ser humano no puede ser un espectáculo, procede una seria reflexión sobre el uso y administración de las imágenes. Se supone que los espectadores son sensibles. La gravedad de crímenes y escenas de horror aniquilante no puede convertirse en algo cotidiano que se acepte sin más mientras merma, por tanto, esa sensibilidad.

Otras imágenes, si se quiere menos impactantes o incruentas, pero también dolorosas, permitieron contrastar cómo se las gasta un inefable aspirante a la candidatura presidencial del Partido Republicano, Donald Trump, quien, visiblemente molesto con las preguntas del periodista Jorge Ramos (Univisión), ordenó con gestos y muecas que le sacaran de la conferencia de prensa. Los servicios de seguridad, a pie de rictus, cumplieron las instrucciones. La reacción de otros profesionales testigos de los hechos hicieron que Trump reconsiderase su intransigente postura pero ya las imágenes, también en riguroso directo, se habían convertido en virales.

Son hechos que reflejan la debilidad de los periodistas en determinados momentos de su quehacer. Y su exposición a los riesgos de comportamientos de personas descerebradas o intolerantes, de quienes quieren vengarse de la forma más radical y violenta posible, sin importarles que quede constancia para los restos; y de quienes se conducen con exabruptos y aires dictatoriales creyéndose que pueden hacer lo que les venga en gana, que para eso tienen el dinero que haga falta.

Abusadores, unos y otros.

Y para el periodismo, el coste de vidas, el freno al trabajo y el impedimento de la libertad de expresión. La amargura.

Todo eso, el mismo día, en el país donde… Ya saben.

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