
JUAN ANTONIO GINER / LA VANGUARDIA
Digamos que era un ganso, simpático y ocurrente, algo que en La Vanguardia llamaríamos un “mirador” y que en The New York Times calificaban de “observador”, que era el título de su columna Observer. Le conocí en 1978 en un coloquio con estudiantes de Periodismo en la Universidad de Columbia. Vestido siempre con chaquetas de terciopelo y lanas de cheviot era como un lord inglés; nunca estridente, pero siempre interesante, hablaba lento y pausado como si estuviera dictando uno de sus comentarios, enfatizando puntos, comas y comillas.
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