Luis Antonio de Villena (The Objetive) | Es bien sabido, creo, que el sevillano Manuel Chaves Nogales (1897-1944) es a día de hoy uno de los escritores de los años 20 y 30 –fue un notabilísimo periodista– mejor y con más alto criterio rescatado del olvido en que cayó (olvidos a menudo intencionados, de una parte y de otra) tras el fin de la malhadada Guerra Civil, de la que Chaves dejó un cuadro tan bien hecho cuanto espeluznante: A sangre y fuego. Es un conjunto de estampas tremendas del primer medio año de la guerra, que hubo de editarse por vez primera en Chile en 1937.
El gran Chaves se fue con su familia de España al darse cuenta no sólo de la salvajada bélica, sino de que ganara quien ganase, de aquellos dos bandos, España no sería un país libre. Aparte de la calidad literaria de un gran narrador (ya probado antes) vemos el repudio de ambos campos y la imagen martirizada de un pueblo. Con el nacionalcatolicismo franquista triunfaría un fascismo “bendecido” pero cruel, y con el llamado lado republicano, no triunfaba la República de 1931, que Chaves apoyó claramente, sino un Frente Popular sovietizante que haría de España, bajo poder comunista, otra imagen horrible de la URSS. Baste ver la imagen de la Puerta de Alcalá de Madrid con un “Viva la URSS” escrito por encima y la efigie de Lenin en el arco central… Azaña resultó un moderado, imagen de una República burguesa que ningún bando defendía.