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Las emociones trepidaban hasta el esternón.
Muhammad Alí y su tercera esposa Verónica Porsche accedieron a un ascensor exclusivo del hotel Sheraton para alcanzar la suite presidencial que le habíamos reservado en el piso 23.
Tras deslizarse la puerta metálica hasta abrirse y ya sobre la silenciosa alfombra rumbo al descanso, el «más grande de todos los tiempos del boxeo mundial», me exclamó: «Fue una gran noche ‘Robinson’ (así firmaba mis artículos en la revista), una larga e inolvidable noche».
Luego Muhammad, a quien asistí privilegiadamente durante las 72 horas que estuvo en Buenos Aires, agregó: «Por reuniones como éstas vale la pena viajar doce horas…», en referencia a su travesía sólo para estar presente en la celebración de los ’60 años de El Gráfico’, merced a una exitosa gestión de nuestro corresponsal en Nueva York, Alberto Oliva.
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