Inicio | 2022 | Miles de días en los periódicos 21. «Y ya fuera de la foto…», por Juan Cruz Ruiz

Miles de días en los periódicos 21. «Y ya fuera de la foto…», por Juan Cruz Ruiz

“La memoria me trae desde hace días las ideas geniales que a veces tenía el más excéntrico de nuestros fotógrafos en el periódico EL DÍA, Rafael Ramos”.
Rafael Ramos, fotógrafo del EL DÍA. (EL PERIÓDICO DE YCODEN DAUTE)
Rafael Ramos, fotógrafo del EL DÍA. (EL PERIÓDICO DE YCODEN DAUTE)

JUAN CRUZ RUIZ / EL DÍA

Vuelvo por tres días a la playa en la que he escrito, en los últimos tiempos, casi todo lo que ha salido de mi voluntad de contar lo que veo, lo que vivo, lo que imagino, lo que siento, y me asomo aun de madrugada, cuando el sol pugna por hacerse presente sobre el mar embravecido de la costa, y encuentro que la atmósfera, que es vivaz por estos tiempos, está como entristecida, el mar se resiste a hacer bulla, y el cielo, que a estas horas empieza a abrirse habitualmente, ahora está mustio, su silencio parece el de un espectro triste que no acepta su destino.

En la radio dan noticias de Ucrania, pero esta vez parece que son regulares e incluso buenas, ya por fin ha habido un día en que no era la muerte el asunto, pues el invasor y el invadido se han puesto de acuerdo en Turquía para devolver el trigo de los silos precintados a quienes precisan en el mundo de que el hambre se calme y no se encarezca aún más la vida.

Otras noticias, en este caso malas otra vez, vienen de Los Realejos, mi querido pueblo de niño, donde el incendio que ahora visita muchos pueblos de España ha hecho también su hogar, ha impuesto su miedo, el fuego llega al Teide, y ese es un símbolo de un mal mayor, pues indica que puede con todo ese bicho de fuego que de niños nos daba pavor, aunque fuera solo una hoguera chiquita o una rueda de pólvora en las fiestas.

Y otras noticias muerden como gallinas, ese espectáculo del mundo siendo ruin y a veces nefasto, así que observo que el sol se retrae, como si durante algunas horas pareciera estar de luto, y yo me siento a escribir como si también sobre mis manos, obligadas por el tiempo a las arrugas, pendiera la sensación de que algo se rompe en la mañana y en los días, y eso que se rompe es la alegría de esperar que las mañanas sean mejores. Aún así, hay que seguir siendo periodista, contar lo que pasa, o lo que ha pasado, y también, por supuesto, proseguir con estas memorias que no me sacan del día de hoy, pero me animan a sentir que el pasado también puede ser noticia si haces el esfuerzo de recordarlo.

La memoria me trae desde hace días las ideas geniales que a veces tenía el más excéntrico de nuestros fotógrafos en EL DÍA, Rafael Ramos.

Era bajito como yo, y aún se hacía más bajito, pues cuando lo hallabas en falta o llegaba tarde se encogía de hombros como si fuera a desaparecer. Iba con nosotros a todas partes, ya veces se hacía notar por cualquier cosa, por una ocurrencia que le viniera a la cabeza, por una pregunta que le hacía al entrevistado en medio de las preguntas que estuvieras haciendo. Carraspeaba, por ejemplo, para que lo miraras, indicándote acaso que eso sobre lo que tú andabas inquiriendo no era lo adecuado. Como conocía a todo el mundo, con todos tenía historias comunes, en cuyo relato se pasaban cuartos de hora que tú tenías que aguantar como un espectador de otras andanzas.

Pero era buena persona, a la que la vida le produjo anécdotas que él no quiso, pero que pasaron a la historia como singulares, propias de Ramos y no de cualquier Ramos sino de este. Pues hubo al menos otro Ramos, al que iré más tarde.

Lo cierto es que este Ramos, el de las fotografías, se hizo famoso también porque, cuando ya boqueaban las corridas de toros en Santa Cruz y él fue a retratarlas como reliquias, fue corneado por uno de aquellos astados a los que él enfocaba para dejar fe de la agresividad o de la mansedumbre del innoble bruto. Fue un hecho muy comentado en su tiempo, pues ya se sabe lo burletera que es la gente canaria (y de cualquier sitio) cuando es el otro el caído. No fue la mayor anécdota de Ramos, pero sí la más dolorosa, y luego contaré la más divertida, y también incruenta, por cierto.

Pero ya que cité al otro Ramos, que se llamaba Luis, Luis Ramos, déjenme que remate la faena. Este otro Ramos hizo en EL DÍA en un tiempo la información del puerto, sección que pasó a llamarse durante años El Puerto es lo primero, que luego llevaría con mejor tino un gran hombre discreto, Juan Antonio Padrón Albornoz, que se sabía los barcos hasta por el ruido que hacían sus motores, igual que en La Provincia hizo lo propio el genial Fontes de mi juventud. Lo cierto es que aquel Ramos, Luis, siempre estaba a tres por medio cuartillo, arruinado y feliz, inventando modos de salir de lo peor que le ocurriera. Durante mucho tiempo pidió dinero para sobrevivir, y en uno de esos lances apareció feliz y bien vestido, aunque raro para el clima de Santa Cruz. Lo cierto es que una de esas veces en que más lucido parecía Luis Ramos lo pararon por la calle algunos amigos/enemigos, de los que tanto tuvo, intrigados porque en un calor de aquellos de cielo encapotado y de sudores en todas las frentes, hasta en las de las monjas, aparecía vestido de arriba abajo con un abrigo de buena calidad. Era un equipaje excesivo, ciertamente, pero a él no le costó nada explicar que alguien se lo había dejado para que se arropara, así que ya que lo tenía como única vestimenta salía con él a la calle, habida cuenta de que por debajo iba completamente desnudo.

En cuanto a Rafael Ramos. En una ocasión que fue legendaria debía acompañar a Tinerfe, el redactor jefe de deportes, que en aquel entonces era decir de fútbol, a la entrevista con el entrenador visitante del Tenerife, el Albacete. Hecha la entrevista y puesta en la página correspondiente, no llegaron la foto ni el retratista, así que Tinerfe tiró por la carretera más fácil: pidió que le dieran una fotografía al completo del equipo visitante y despachó el intríngulis con este pie o leyenda (así se decía también entonces a esa línea que hay debajo de las fotos). Decía el pie: «El equipo del Albacete. Y ya fuera de la foto, nuestro entrevistado».

Como decía mi madre: y santas pascuas, Madalena.

Compartir este contenido