Ana Esteban (El Asombrado & Co./Público) | La mítica publicación The New Yorker ha cumplido un siglo desde la aparición de su primer número en febrero de 1925 y la Biblioteca Pública de Nueva York lo celebra con una exposición en la que muestra parte de sus archivos sobre el día a día de la Redacción desde sus inicios: correspondencia, dibujos, portadas, listas de ideas, informes o manuscritos de los grandes autores del siglo XX que han colaborado en sus páginas con reportajes, poemas y relatos. Estuvimos visitándola.
Todas las ciudades se parecen y la primavera en Nueva York es tan imprevisible como lo es en todas partes. Puede que hoy llueva y el aire sea frío igual que ayer, pero mañana saldrá el sol y será como si la gente estuviera solo paseando en manga corta, como si nadie estuviera ocupado y esos vasos de café que todos llevan en la mano, esquivándose en las aceras para que no se derramen, no contuvieran nada, porque a nadie le hará falta espabilarse en una espléndida mañana de primavera en la que solo apetece eso, deambular por la calle. Y esa es una de las cosas que más gusta a los neoyorkinos.